jueves, 2 de diciembre de 2021

No vi tu blanca mirada

 


No vi tu blanca mirada

esparcida por los bosques

y choperas del camino,

pero he refrescado

                             mis pupilas

en la orilla algodonosa

del Estany LLong y Redó,

he visto correr los ríos

con ansiosa terquedad

por las venas de Taüll,

                                  por la entrañas de Boí,

por la columna de Durro,

                                      por los brazos de Erill la Vall,

por la vieja y nueva Barruera,

y he visto saltar el agua

—esbelto gimnasta olímpico—

sin dominio de mi tiempo.

En cada pueblo encontré

aquel remanso de luz

donde el abuelo laborea

su penúltima cosecha,

                                 su acequia,

su charla con los amigos

y abajo

en la frondosa pradera

por donde bisbisea el jilguero,                                       

 se oye el acompasado fluir

del agua jugando a los arabescos

con el arcoíris de la tarde.

Caldes hizo de ti

la reina del paraíso,                                                          

la sonrosada muchacha

que se muestra al visitante

en candorosos borbotones.

Tengo que asistir

                          a tu boda

para sostener con mis manos

el impecable velo

que ha de cubrir

tus montañas.

 

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