domingo, 30 de enero de 2022

Dejé que el águila

 

Dejé que el águila imperial

se adueñara de mis ojos,

que empapara mi retina

con el frescor de las cumbres.

Mi cuerpo

—como un autómata—

vagaría por senderos perfumados

                                                    de azucenas;

mis pasos son leve mota

de polvo

que se desliza

por el cristalino acuoso,

rozo el borde de las píceas

con la yema de mis dedos

y me enfrento

                      a la parca

con la furia del soldado

que un día habitó

este bosque,

bañado hoy por el Sol.

¿Qué soy yo si mi sombra

apenas cubre

                    el hogar

de la incansable termita?

Si un ejército de abedules

me están sembrando el oído

con el Domine Jesús Christi

de Wolgang Amadeus Mozart.

Los picos de Els Encantats

se reflejan en la pupila

                                   del águila

                                                            
—que son los míos—

mientras dejo que mis pies

desprovistos ya de botas

se midan con las pisadas

del grácil sarrio

                         que anoche

burló la mira telescópica

que aguardaba su presencia.

 

10 comentarios:

  1. Un placer pasar y leer tan bello poema Arruillo. Gracias.

    Un abrazo.

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  2. Una maravilla. Y ese ritmo que lo asemeja a una melodía.

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  3. Arruillo, no te conocia en el arte grandioso de la poesía, me has emocionado, antes de que yo abandonara por largo tiempo mi blog, solo cinicñi pequeñps cuentos, historietas en las que de alguna forma yo particioaba
    no te imaginas cuanto me ha gustado
    Un abrazo
    Carmen

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  4. Hago lo que puede, Carmen. La narrativa, la poesía,por ahí me defiendo, el asunto es expresarse de la mejor manera posible en la que se puedan transmitir los sentimientos. Gracias por tu comentario. Un abrazo

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