La arena, persistente arena
que envolvía tu rostro
y horneaba la orilla de tus hombros,
allí los tordos no erizaban
las sílabas blancas de espuma,
eran repentinos circuitos
para gullivers imaginarios
alimentados de sal.
Una paloma resiste el asedio
de dos buches agigantados,
una niña ⸺casi un bebé⸺
recibe biberón de arena
recostada sobre tu torso.
Frente a ti, el mar,
el mismo mar
donde desafiabas las olas
erguido en tu tabla de windsurf,
donde soleabas tus alas
de inquieto cormorán.
Volvemos a pisar el suelo
desposeídos de sandalias,
sin teléfonos que señalen
una línea divisoria,
sin collados que impidan
pregonar tu corte de pelo,
bajo la armónica del tordo,
el arrullo turco de la tórtola
o el abrazo azul de la tarde
⸺duermevela de infante⸺.
Cuando de nuevo amanezca
otearé desde mi azotea
aquel velero
fondeado en la playa
y un capitán de barba negra
en lo alto de una duna.

Magnífico como todo lo que escribes 👏👏👏👏👏😘
ResponderEliminarGracias, muchas gracias J.R.Infante
ResponderEliminarQué maravilla. Un mosaico de sensaciones.
ResponderEliminarGracias, Amparo. Me alegro que te haya gustado. Un abrazo
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