Allí manda ella, la plaza es suya. Canija, de metro y medio, tiene un torrente de voz que no hay vecino que se le resista. Aguanta las obras municipales, los cuarenta grados a la sombra y las trifulcas entre drogadictos. Con un paraguas, cuatro cartones y un colchón reversible, es la reina del lugar. Sabe de perros y gatos y se lleva bien con las palomas. Aspira el aroma del azahar como si fuera su último aliento y no consiente ni un papel en sus preciados dominios. Ella es… la Reina.

Tus relatos siempre despiertan interes y nos haces ver con palabras lugares que pueden ser desconocidos.
ResponderEliminarGracias por la visita y dejar el comentario. Lamento no saludarte en condiciones, por las manías de Blogger de ponerlo difícil.
ResponderEliminarUn abrazo
Interesante relato Arruillo, me gusta llegar a visitarte y disfrutarlos
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Carmen. Un abrazo. J.R. Infante
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