Una parada obligatoria en estas tres lecturas, a cual mejor.
CUENTOS, FÁBULAS Y LO DEMÁS ES SILENCIO.- Eduardo Monterroso
Leer a Augusto Monterroso es todo una gozada para aprender como se pueden contar las historias en pocas palabras, sin perder un ápice de ingenio, de alegría y de buen hacer literario. Cuando el relato se torna más extenso, ya no es lo mismo; sin que sea una generalidad pierde bastante, tal vez porque trabajando las pocas líneas es capaz de superarse a sí mismo. Ahí está el dinosaurio y esa vaca muerta, que vista desde un tren en marcha tanto sugiere con tan pocas palabras. Genial, para descubrirse. El apartado V, el relativo a Eduardo Torres, tiene ya otra lectura, quizás menos comprensible para el lector de a pie – como es mi caso. Tal vez quiera decir algo más de lo que parece esa última parte del título del libro: “y lo demás es silencio”. Más que recomendable su lectura.
LA LUNA NUEVA/EL CARTERO DEL REY.- Rubindranaz Tagore
Si en Monterroso se aprecia toda la magia de lo bien dicho en pocas palabras, con Tagore estamos ante un lirismo tal que hasta el propio Juan Ramón Jiménez tuvo que rendirse a la evidencia de este narrador poeta que también alcanzó en su día el Premio Nobel. Es tanto lo que transmite que emociona detenerse un ratito a beber de las fuentes de este singular escritor. Si en Monterroso hay realismo mágico, en Tagore encontramos la sabiduría del Oriente condimentada al gusto occidental.
La pequeña obra de teatro protagonizada por un niño enfermo, es una auténtica maravilla para los sentidos y un canto a la alegría con permiso de Beethoven. Entre inocente y optimista, el pequeño se fragua su mundo para encontrar la felicidad. Con qué pocas palabras se pueden decir tantas cosas. Todo un hallazgo para mí este descubrimiento.
EN LA COLONIA PENITENCIARIA.- Franz Kafka
Relato perteneciente al volumen “La condena”, donde el autor nos pone en el lugar del condenado y el ejecutor. Con habitual maestría le va dando vueltas a la situación de tal manera que el defensor a ultranza de la máquina de torturar – el oficial – termina siendo víctima de su propio juego. No deja de ser curioso como el único que sale de la isla donde se encuentra la penitenciaría es el explorador – la persona que se está informando -, ni el preso ni el soldado terminan de salir, es como si ya no tuviese remedio su situación una vez metidos en los roles correspondientes. Cruel método de acabar con la vida de una persona por muy condenado que estuviese. La máquina en cuestión “graba el delito en la piel del preso” – sin palabras -. Me reafirmo: en pocas palabras se puede decir mucho.
Qué buena selección.
ResponderEliminarY me alegra que hagas mención a la vaca muerta de Monterroso, que le quedó el dinosaurio para la eternidad.
Abrazo!!!
Ya ves, Vero, a veces los "sanbenitos" cuesta trabajo quitárselos de enmedio.
ResponderEliminarUn abrazo