lunes, 18 de enero de 2010

Alicia Peña (3)


148 Está bien Gon ¿nos vas a descubrir hoy qué está pasando en esa oficina?, ya lo tengo Alba, tardo el tiempo de ponerme delante del teclado, eso espero…





ALICIA PEÑA (y 3)

.../...Viene de Alicia Peña (2)

Así pasaban los días, la monja cada vez gozaba de más poder dentro del sagaz edificio y aunque sus actuaciones no causaban daños físicos, si que comenzaba a preocupar dentro de la cúpula dirigente de la empresa, el estado psíquico de los empleados, por lo que decidieron poner el caso en manos de una persona responsable, cauta, inteligente y con bastantes años de servicio –según aconsejaban los informes técnicos pertinentes-. Descartaron en todo momento contratar a nada ni nadie procedente del exterior, porque querían máxima discreción y que este extraño fenómeno se resolviese internamente sin intrusismos ni estridencias, por el buen nombre de aquello a lo que representaban. El departamento de personal, junto al de recursos humanos y a los sindicatos se pusieron en marcha; se procesaron todos los datos hasta el más mínimo detalle y el resultado final fue la aparición en pantalla de un rostro con nombre y dos apellidos: Alicia Peña Espejo, de la que nadie en la cúpula tenía la menor referencia.

Era necesario ir descendiendo peldaño a peldaño en la escala del poder, para llegar hasta alguna persona que de una manera u otra conociese ese rostro o lo hubiese visto por algún rincón del edificio, porque su ocupación actual no estaba clara y el lugar en el cual desarrollaba su trabajo tampoco aparecía por ningún lado. ¿Cómo era posible semejante descontrol? Se cruzaron las acusaciones, se crisparon los ánimos y todo parecía que iba a quedar en otra actuación impecable de la monja, cuando la foto del personaje en cuestión fue a aparecer en el pecè cuyo salvapantallas lucía de blanco y verde. El jefe al ver la foto de su subalterna con un letrero de “se busca” al lado, se temió lo peor, aunque fue tranquilizándose cuando leyó que no se trataba de nada grave. Se puso en contacto con sus superiores – según se le ordenaba – y sin darle demasiadas explicaciones le pidieron que la buscase y la hiciera llegar al despacho del director general. El jefe de Alicia se personó en la oficinita y al preguntar por ella al dúo, estos se encogieron de hombros, porque ambos tenían muy claro que aunque no estaba, si que estaba. ¿Cuánto tiempo había pasado desde aquella situación? Hubo un veinte de julio con una tremenda bronca entre ella y uno de sus compañeros, estando el jefe por testigo, pero aquello pasó, cada cual se ocupó de lo suyo y nadie hasta ahora había dicho nada. El jefe de Alicia comenzó a hilar fino. ¿En realidad cuánto hacía que no la veía? La conexión a la red hacia posible trabajar sin necesidad de presencia física y él – honradamente- lo único que controlaba es que estaba al día la parcela de trabajo asignada a su subalterna. ¿Qué le diría ahora a sus superiores, después de pasado tanto tiempo? ¿Dónde estaba Alicia?

Por fortuna para sus intereses y los de su familia, cuando fue a contar aquella extraña historia que no sabía por donde cogerla, se encontró que sus inmediatos superiores desconocían e ignoraban de todas, todas, la existencia de esa minúscula oficina perdida en el último pasillo de la planta baja. No aparecía en ningún plano, no constaba en ninguna estadística, se desconocía a que se dedicaban las personas que en ella trabajaban y lo que es peor, Alicia Peña había sido elegida como la persona ideal para resolver una situación de extrema dificultad – según un complicado proceso informático -, pero ni su propio jefe podía dar fe de su existencia. Conforme el tocho de papeles fue ascendiendo peldaños, comenzaron a temblar las butacas, el miedo se adueñó de la estructura jerárquica y cada despacho por el que pasaban los papeles, tenía más cosas que callar que ganas de esclarecer los hechos, por eso Alicia Peña – a la que nadie preguntó por su larga ausencia -, se quedó de una pieza cuando llegó al despacho del director general, fue agasajada con todos los honores y luego de ensalzarla cada uno de los presentes por méritos que ella misma ignoraba, terminó quedándose a solas con el máximo representante del poder, que le leyó en vivo y en directo su nombramiento como subdirectora general, o lo que es lo mismo: número dos, en femenino singular, de aquella monumental empresa dueña entre otras cosas del más moderno edificio inteligente que se había construido en la ciudad. De la monja para que le iban a contar nada, ¡que se divierta! Ya se le ocurriría a tan privilegiada mente la solución para que los empleados se despreocupasen o a lo mejor terminaban todos aceptándola como compañera y participando de sus juegos y ocurrencias.

La oficinita quedó como estaba, con las tres mesas en activo y el dúo entregado de lleno a su cotidiana tarea, con el jefe asomándose por la ventana de vez en cuando, tan sólo faltaba una foto de la mesa de Alicia que ahora figuraba en un lugar de privilegio del edificio, en un despacho de ensueño: se trataba de su hermana Flora, que posaba junto a ella el día en que tomaba los hábitos como sierva de Dios.



5 comentarios:

  1. Ay!, las hermanas, como son...
    Me esperé ven, y así me enteré del final sin angustias. Y los ordenadores, qué barbaridad-
    Besos a todos.
    Y a Nerea más.

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  2. A eso le llamo yo llevarse bien. O amor fraternal.
    Bueno, muy bueno, de verdad, este ejercicio de surrealismo realista.

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  3. 23/11/2010 at 17:08

    Hola, Arruillo!
    Una maravillosa ficción trabajada sobre retales tan reales como la vida misma.
    Ciao!
    Kate B.

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  4. Me suena a que tal vez encontraste argumento en las viejas historias que se contarán, seguro, en las grandes superficies donde a veces se trabaja... Cualquiera que sea la anécdota, la has trabajado muy bien y has creado un mundo intrigante y simpático a la vez.
    Abrazos

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  5. José, tendré que volver a leerla porque me he ido perdiendo en todo el trayecto..
    Cuando esté menos agotada y más tranquila, la vuelvo a leer. Por ahora no puedo seguirle el rastro bien. Un abrazo.

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?