VAMOS DE RUTA (2)
...Viene de Vamos de ruta (1)
Frente a los cuatro compañeros se despliega un bosque de
castaños, que tiene el suelo completamente cubierto de hojas grandes y
amarillas, y esparcidas por el suelo una gran cantidad de castañas a las que es
difícil resistirse. El primero en agacharse para coger los mejores frutos es
Alejandro, que sin abandonar sus botones auriculares comienza a llenar los
bolsillos de su anorak. A él le sigue Emeterio C. Y casi de forma automática
Prudencio y Elías. Continúan charlando aunque ahora de forma más entrecortada
porque hay que degustar los productos que ofrece la madre Naturaleza, y se
pierde la concentración.
—EC: Porque vosotros estaréis conmigo en que es más segura
la sentencia bíblica de que “polvo eres y en polvo te convertirás”, de aquella
otra creencia de la resurrección y la vida eterna.
—P: Es cuestión de fe; que nos convirtamos en polvo los
sabemos, porque lo estamos viendo todos los días...
—E: Y ahora más desde que se puso de moda el asunto de la
incineración – interrumpió Elías -. Perdona era una broma.
—P: Pues eso. Venir a la vida terrenal y terminar volviendo
a la Tierra lo
vemos, lo palpamos y de eso no hay duda, nos pasa a nosotros y les pasa a otros
muchos organismos, pero el asunto de la vida eterna que se nos ofrece si somos
buenos, eso es ya otra cosa.
—EC: O si somos malos, porque se dan las dos circunstancias.
Una nos manda al cielo, donde se debe estar de puta madre, y otra al infierno
que en un auténtico...infierno iba a decir...pero para no repetirme, digamos
que no se debe estar demasiado a gusto.
—P: Insisto en lo de
la fe, porque ahí está la clave de todo. Nos han educado bajo más premisas que
nos hacen medir las cosas de ese modo, pero hay otras religiones y otras
creencias donde no existe el cielo y el infierno; no se le teme a la muerte.
Nos ha tocado esta parte del Planeta y este momento de nuestra existencia, y
aquí y ahora se ven las cosas de esta manera. Hay que ser buenos para tener un
trámite relajado y tranquilo, cuando la verdad es que nada sabemos de esos
instantes y poco importa el tipo de persona que hayas sido.
—E: Yo creo que esto no es más que un ciclo y lo mismo que
un día llegamos a este mundo y nos vamos desenvolviendo con más o menos
fortuna, llega otro en el que se cierra el ciclo. Antes de ser concebidos no
éramos absolutamente nada, ¿porqué lo vamos a ser una vez cerrado el circuito?
Lo importante – y ahí puede radicar nuestro bienestar – es ser conscientes de
la realidad de la vida, que hay un principio y un final.
—P: 0 que – dicho con otras palabras -, la muerte no es más
que una parte de la vida.
—EC: Ya, lo que pasa es que a nadie le gusta abandonar esta
vereda, le tenemos tanto cariño, que en el fondo nos da miedo enfrentarnos con
ella, aunque forma parte de la vida.
—E: Lo del miedo es otra cosa, puede ser un mecanismo de
defensa que tenemos, tal vez para no dejar este mundo antes de la cuenta. Por
eso hay tan pocos valientes y son sólo un puñado de elegidos los que se juegan
la vida de forma consciente. Tenerle miedo a la muerte es algo tan natural, que
gracias a eso logramos sobrevivir. Sino – y poniendo un ejemplo de nuestro
ámbito -, cuantos de nosotros no habríamos caído ya cuando hemos andado por ahí
por esos montes, sin saber por donde estábamos.
—P: Eso tan bien puede ser prudencia.
—E: Si prudencia, pero condicionada por lo mismo que
veníamos hablando, porque sabemos que podemos acabar metiéndonos en un callejón
sin salida.
—EC: Hombre, no siempre tiene que ser por miedo a cascarla.
Se le tiene miedo también a romperte algún hueso, o recibir algún golpe que te
lo haga pasar mal.
—E: Si, eso es así, pero antes una situación de este tipo,
lo que se te viene a la mente es que te matas, otra cosa es el resultado final,
que afortunadamente en la mayoría de los casos no pasa de un susto o de alguna
lesión, pero por la mente pasan cosas tremendas.
—P: Ahí aparece el dolor.
—E: Uno de nuestros miedos, que aunque no es causa de
muerte, si que pensamos también, más de una vez, que es un aviso.
—EC: Hombre, en eso creo que exageras un poco, porque doler
nos duelen tantas cosas a lo largo de la existencia, que no tenemos porque
pensar en que eso sea ningún aviso. Cualquier persona más o menos centrada sabe
que un dolor de muelas es eso y nada más, y no se va a poner trascendental,
salvo que no tenga a mano un dolalgial o se le demore la consulta del dentista.
—E: Ya, porque es un dolor de muelas, pero cuando es algo
que no está tan claro y no tienes localizado su origen, porque no has sufrido
ningún traumatismo ni te lo tienen diagnosticado, si que te entra un entripado
que lo primero que piensas es que es algo importante.
Verdaderamente el dolor me da miedo. Sobre todo el emocional, porque el físico tiene más solución, de últimas, drástica y adictiva, pero el otro... Eso si que me da miedo. Y es que lo conozco demasiado.
ResponderEliminarNo creo en el cielo ni en el infierno, no creo en dogmas. Pero no me cabe duda: de existir el infierno, el limbo o como se llame, está aquí, en este planeta.
Te debo un correo, estoy liada, a ver si antes del jueves.
Abrazos
Yo pienso que la prudencia de que hablas es más debida al miedo al dolor que al miedo a la muerte. Porque nadie piensa que se va a morir, a no ser, en el caso de alguien que conscientemente arriesgue su vida y, aún así, tengo mis dudas.
ResponderEliminarSe teme lo que se vive, como el dolor. Desgraciadamente la muerte no te da opción ni de temer (que sepamos)
Yo pienso que "polvo eres y en polvo te convertirás". Pero confieso que me gustaría, como otros, creer en ese lugar idílico llamado cielo.Porque, como comprenderás, si me cuesta creer eso, ni se me pasa por la imaginación ir al infierno:):):)
Abrazos