martes, 20 de noviembre de 2012

Collage de verano (1)

319 Hoy te toca a ti aportar algo, Gon, y lo tengo preparado, Alba, ¡ah! ¿me dejas que te diga algo de Vero y Trini?, ¡dilo, dilo!, que no paran de producir, son auténticas genios en su labor poética, suerte la nuestra que las conocemos, pues eso es lo que quería decirte, ahora…¡adelante con tu nuevo relato!

COLLAGE DE VERANO (1)
Mientras que en la tele una partida de flamingos emprenden el vuelo desde el Algarve hasta la orilla del Guadalquivir, yo trato de averiguar que fue de aquel amigo que un día pretendió enseñarme portugués y no consiguió siquiera hacerme ir a Lisboa, donde con el paso del tiempo terminó convirtiéndose en un eminente cirujano. Tenía su dirección por algún cajón perdido de mi cuarto, y cuando llegó el momento de hacer uso de ella, porque otros amigos pasarían por allí y pretendía enviarle un obsequio que le haría mucha ilusión, no hubo forma de encontrarla. Me sonaba – no sé de qué, ferro velho -, pero eso era poco menos que buscar por buscar, así que mis amigos me enviaron una postal en la que me daban envidia por ser ellos y no yo los que se encontraban ante las puertas del Palacio de Belem y por otro lado que tendrían que volver con mi encargo para atrás porque con estos datos se lo había puesto muy difícil por no decir imposible. Añadían además que pensaban pasarse unos días en las casas transmontanas para ponerme los dientes aún más largos, sabiendo lo que me gustan a mí esas estancias.


Por otro lado desde la Punta de Europa recibo una llamada telefónica de mis hijos recordándome lo bien que se lo están pasando, todo el día montados en la tabla de windsurfing, ola va, ola viene, y yo con el ventilador en el número tres, las persianas bajadas como si estuviese recién operado de cataratas y escuchando “Cuando calienta el Sol” por los Hermanos Riquel. Bonito verano y bonito panorama el que se me avecina si no le pongo remedio y trato de darle la vuelta a las inclemencias anímicas, porque las meteorológicas no apuntan demasiado bien, según he podido comprobar esta mañana en la interné, donde nos auguran a los sufridos trabajadores una subida progresiva hasta el miércoles para rozar ya los 38ºC de media, que no está nada mal. Miedo me da mirar las previsiones a más largo plazo, así que me he olvidado del asunto – por otra parte irresoluble – y he confiado en que no sea más que la misma historia de todos los años por esta fecha.

O postal de amizade, rezaba en la parte trasera de la postal que me enviaron mis amigos, y a mí que me seguía sonando la dirección del amigo cirujano, pero que no acababa de salir. Mejor dejarlo; estas cosas que se enquistan y no hay forma de desenredarlas, lo mejor es olvidarlas, que ya saldrán. Se me viene a la mente ahora, la felicitación que recibí en Semana Santa dando por hecho que tenía que ponerme a firmar libros para regalar a los amigos. ¿A quién se le ocurriría tan brillante idea? ¡Ya me gustaría, ya! Esto debe ser cosa de Domínguez que es algo más despistado que yo, y seguramente confundió mi imagen con la aparecida la otra noche en Localia de ese afortunado escritor que ha conseguido ganar no se cuantos premios en el último año. Y claro, como él me vio una vez en los papeles, se dijo: “Míralo, ahí está Manolo”. La culpa es de ese oculista que no acaba de dar de una vez con el mal que aqueja al pobre Domínguez, que cualquier día no sólo me confundirá a mí sino al metrotren, que como no está acostumbrado a su paso, el asunto puede terminar en tragedia. Me cuenta que él estuvo una vez en Galicia, que cogió un avión y se presentó en Vigo: “¡Qué bonita era la ciudad vista desde el aire!” – decía el pobre Domínguez -, mientras que yo pensaba para mis adentros en los años que tendría que hacer de aquello, porque con su problema dudo mucho que pudiese apreciar nada. Yo le cuento que conozco el Monte de Santa Tecla y el castillo de Villasobroso, que aunque no está en la misma provincia es de por allí cerquita. Él me responde con el viaje en barco hasta las islas Cies y así continuamos no sé cuanto tiempo hasta que sonó el teléfono.

Se trataba del jefe que le metió una bronca porque ya estaban tardando mucho los informes, que le había pedido desde hace no sé cuantas horas. Pobre Domínguez, encima tener que aguantar las cabronadas de ese energúmeno. ¡Conmigo tenía que dar!, que le iba a decir cuatro cosas; cogen un cargo y enseguida lo quieren arreglar todo, ya no se acuerda de cuando estaba aquí con nosotros y hablábamos de lo mismo que estamos hablando ahora, porque esto se repite todos los veranos, para que nos vamos a engañar. Aquí cada cual cuenta la misa según le va y como estamos jodidos, salen a relucir asuntos de otros tiempos, de cuando la cosa daba para ir a tal o cual sitio, pero es que desde hace unos años, no hay manera, o nos quedamos dando el callo o esto se va al carajo.

.../...Continúa en Collage de verano (2)

2 comentarios:

  1. Pobre Domínguez...

    Quedo a la espera de la siguiente entrega.

    Besos

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  2. Se ve ahora tan lejos el verano y sin embargo, apenas hace semanas que pasó.

    Cuántos Domìnguez hay repartidos por la geografía laboral:)

    Para el verano que viene te vas a Lisboa: sí o sí:):)

    Abrazos

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?