sábado, 29 de diciembre de 2012

Collage de verano (4)


 325 ¡Gon, D. José!, alcemos nuestras copas y brindemos por este 2013 que se nos abre, ¡por todos nuestros amigos!, bien dicho, Alba, vaya esta copa por: Trini, Vero, María, otra María (la del vencejo), Stella, Alfredo, Martha, Belkis, Nuria de Espinosa, Lou, Miuris,  y Xrisstinah, que han estado ahí a lo largo de todo el año, ¡Por ellos!, y ahora el amigo Gon, nos colgará el siguiente tramo de su interminable historia, se lo permito de esa manera porque es usted el jefe, que si no..., tengamos la fiesta es paz...¡Feliz Año, amigos!
COLLAGE DE VERANO (4)
.../...Viene de  Collage de verano (3)

El jefe se deja caer, como el que no quiere la cosa, que para el próximo año existe la posibilidad que el encuentro de trabajo se traslade ni más ni menos que a la Laponia – por aquello de abrir el mercado al exterior -. El asunto cae en el departamento como si se tratara del gordo de Navidad. Se comienza a especular, que si los que están por Cataluña participarían también del evento o sería para los que no se han movido – laboralmente claro –este año. ¿Sería imprescindible saber inglés o eso corresponde tan sólo a los directivos?. Circulan preguntas y respuestas de un lado para otro, pero como es lógico nadie habla claro ni se compromete a adelantar nada hasta que se vaya perfilando mejor el asunto. Tendremos que ponernos en contacto con los sindicatos para evitar que los agraciados sean siempre los mismos. Ya hay quien sueña con Norway, Kafjord y no sé cuantas palabrejas más que se transmiten de boca en boca, por los pasillos, por los tablones de anuncios, correos electrónicos y demás medios que disponemos por la oficina para jodernos los unos a los otros. Y sólo ha sido un rumor. No quiero ni pensar lo que puede pasar si se confirman los hechos.
Muñoz Molina hacía que sus personajes se encontraran unos a otros en aquel invierno en Lisboa, con una facilidad pasmosa y yo por más que intento dar con mi amigo Florencio no hay manera. Ya lo he intentado en unos cuantos hospitales, pero entre que no me entiendo muy bien con quien me coge el teléfono y que tampoco tengo claro que esté en Lisboa, así estamos. Pero yo no me canso, daré con él como Manolo que me llamo. Mis amigos me cuentan maravilla de esa ciudad. He intentado –por hacer algo- una pirueta literaria que consistió en meterme en el libro de Muñoz Molina como un personaje más, como vi que había pistolas de por medio y eso casi siempre suele acabar en tiros, me dije “¡Ya está!. Yo seré por ejemplo el taxista, ¡si!, el taxista que tiene que trasladar a un herido de bala con toda urgencia hasta el hospital”. Tendría que trabucar un tanto el desarrollo de la obra, pero bueno como se trata de una buena causa, no creo que al autor le fuese a molestar demasiado, además si se me complican las cosas, le cambio el título a la novela mencionada y ¡ya está!. La puedo llamar por ejemplo: el otoño en Lisboa, ¡ea!. Bien pues – como digo – yo sería el taxista que recoge al herido que como consecuencia de una persecución callejera termina en mi taxi huyendo del de la pistola. Atravesaríamos a toda leche el puente sobre el Tajo, con las luces encendidas, tocando el claxon y zigzagueando para hacer adelantamientos insospechados. Nada de choques, ni atascos, ni gente cayendo al agua, que a mí con llevar a una persona herida ya me parece suficiente para una trama amorosa. Por mi radio-taxi me pongo en contacto con la policía y me echan un cable con el tráfico, en lugar de empeorar la situación, que es lo que ocurre casi siempre, se me colocan por detrás y por delante con la sirenas a toda pastilla como si fuese yo el coger de una persona importante y me conducen hasta un hospital donde una vez cumplimentados los trámites y echas las declaraciones oportunas – y ya con la confianza suficiente – pregunto por el doctor Florencio, eminente cirujano al que nadie tiene la fortuna de conocer ni en ese hospital ni en todo el área hospitalaria. Deshecho, casi con lágrimas en los ojos, retorno a mi táxi y me vuelvo hasta el lugar donde recogí al herido a buscar alguna pista a ver si me doy cuenta donde me he equivocado. Doy unas cuantas vueltas por los alrededores, hago unas cuantas preguntas, pero no me gusta demasiado la pinta de alguna gente que anda por esas calles, así que decido dejarlo todo porque tampoco es cosa de llevarme yo algún mamporro luego de haberme colado de hurtadillas en la obra. Me salgo.
Mi mujer de nuevo pasa al ataque y me llama desde Santander, que lo del futuro proyecto telefónico va mejor de lo que esperaba y por tanto se amplía la estancia por el Norte, que siente mucho no poder estar conmigo, ni con sus hijos, pero es que esta gente aprieta lo suyo. Mientras me cuenta todo esto, yo no dejo de acordarme del hijo puta del Domínguez que si se hubiera quedado en le parto de su madre, no se hubiera perdido nada. Tengo que continuar mi campaña de intimidación ahora que me he enterado que anda otra persona metida de por medio. ¿Mira que si al final descubro un lío de faldas?. Que como por el Norte hay muchas vacas, no puede dejar de acordarse de sus hijos, de cuando eran pequeños y hacían aquellas preguntas tan graciosas sobre la piel de estos animales y de aquellas tetas tan gordas y los cuernos y las pezuñas y esas bocazas todo el día rumia que rumia – muele que muele, decía ella -. Hay un sitio que se llama Puente del Diablo que no puedo dejar de verlo, aunque sea lo último que haga en esta vida. Creo que exagera, porque sitios bonitos habrá tantos por ahí perdidos que la contemplación de cualquiera de ellos puede dar lugar a pensar lo mismo. Sé, porque uno al fin y al cabo está instruido, que Cantabria y en concreto Santander son de esos lugares que nos llama mucho la atención a la gente del Sur, que nos quedamos extasiados con esos valles y ese verde y sus montañas, pero tampoco hay que exagerar ¡eh!, que aquí tampoco andamos mancos. En medio de la conversación, me dan impulsos de preguntarle por su tierra, su hogar, su familia, su marido, pero me contengo porque me puede mi orgullo y lo que me tenga que decir que me lo diga por propio impulso. Yo con decirle la que estamos pasando en la oficina, ya tengo bastante. A mí no es que me cabreen las cosas del Norte, esos paraísos que dicen poseer, lo que me cabrea es no poder disfrutarlos. Que está allí mi mujer, también podría haber estado yo de consorte contemplando el azul del mar, mientras que ella les cuadra las cuentas a los de la telefónica, ¡digo yo!. En cambio estoy aquí, aguantando todo el calor del mundo, las ocurrencias de Domínguez, la incertidumbre del trabajo y sin mis hijos para hacerme compañía. Al final me voy a tener que aficionar a eso de la interné – como hace más de uno por aquí cerca -, para que los días se me pasen más rápido y para el año que viene ya procuraré yo montármelo de otra manera porque ésta no me convence mucho. Hace ya tanto tiempo que no tenemos unas vacaciones como Dios manda que maldita me hace la gracia que los niños hayan crecido y que la mujer haya conseguido la independencia laboral. Al final, mejores casas, mejores coches, pero para no parar nunca ni en la casa ni en el coche. ¿Esto es vida?.

3 comentarios:

  1. ¿Eso es vida?

    Este hombre va como las motos!!! jajajaja
    Mira que si le descubre un lío de faldas...

    Que termines bien el año y lo empieces mejor.

    Abrazos y besos

    ResponderEliminar
  2. Muy interesante como escribes
    Desde tu alma
    un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Aunque sea un poco tarde, brindo contigo por el nuevo año 2013, y porque todos tus 365 días sean muy felices y todos tus proyectos se cumplan, y sobre todo, porque sigas en este rincón escribiendo y compartiendo tus letras.

    CHIN CHIN.

    Un beso.

    ResponderEliminar

¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?