martes, 14 de octubre de 2014

Casi una historia de aves III

410 Qué de agua, Gon, como todos los otoños, Alba, vamos a lo que vamos: Marisa y María Antonia me hicieron ver lo relajante de nuestra casa con la que está cayendo, pues a mí, Amparo y M. José Collado me comentaron que sintieron esos sonidos que les pusimos la semana pasada, y Vero decía que si la tormenta descargó, ya lo creo que descargó, Gon y a base de bien, y para hoy un capítulo más dedicado a las aves…

La tórtola símbolo de los poetas, relámpago azul para otros, posee una para nupcial que encandila, un arrullo que ensimisma, una forma de darse el pico que atrae, y un ascenso vertical, como cogidos de la mano, que le lleva hasta las mismas puertas del cielo. Lo lamentable y doloroso es que todos los veranos, cuando aflora a nuestros bosques, se encuentra con la sed incontenida de escopeteros para los cuales nada de esto importa, los cañones has de escupir plomo y las tórtolas pagar las consecuencias de una actividad que por mucha regulación que tenga no deja de ser una trampa mortal para una especie, a la que bien pudiera terminar ocurriéndole como a su pariente, la paloma migradora americana que, de bandos de millones de individuos, pasó a desaparecer como especie en unos pocos años. Muerte en movimiento para probar la pericia del cazador, el cual utiliza otra artimaña no menos cruel en el caso de la perdiz: aprovechar la época de celo para acabar con unos amores atraídos por el reclamo. Si en ningún caso están justificadas las armas de fuego, en situaciones de tan desigual lucha es donde menos sentido tiene su continua e imparable utilización. Caemos, de nuevo, en un caso de conciencia.




Por fortuna ni todos los hombres son escopeteros, ni a todas las aves se las trata con tanto desprecio. La popular cigüeña, por ejemplo, es tan querida allí por donde mora, que en determinados pueblos de la serranía gaditana, hay personas que se sienten tristes por la no presencia de la zancuda; estaban tan hechos a verla llegar cada primavera que ahora, al no hacerlo, parece como si les faltara algo. En Jimena de la Frontera existe una colonia de ocho o diez nidos, colocados sobre la ruina de una antigua fábrica de bombas, donde estas picudas conviven con unas personas que habitan en el lugar y en el cual no hace falta la figura del proteccionista del Estado, ni siquiera la testimonial de los ecologistas, puesto que son de la colonia. Por regiones, Extremadura se lleva la palma en cuanto a respeto hacia la especie (posee el 50% de las cigüelas españolas), pudiéndose observar desde muchas carreteras las hileras de nidos colocados sobre los postes eléctricos. Se da incluso la paradoja de la existencia de un pueblo, el Gordo, donde el número de habitantes y el de cigüeñas casi caminan parejos, unos cuatrocientos. Y tan felices. No obstante hay que decir que a pesar de todo aún quedan parajes que continúan sufriendo la incomprensión y las aves han de emigrar hacia nuevos pastos para poder disolverse sin problemas de vecindad.



De sonidos de aves está lleno el campo. En cualquier época de año las frondosas riberas, la dehesa, el monte, cobijan tal cantidad de individuos cantores que tan sólo cuando uno se detiene y se dispone a captar esta singular sinfonía es cuando puede apreciarse el tesoro oculto que poseemos. La tórtola, el cuco, la abubilla, la codorniz juegan con nosotros a descubrir sus escondites; el mirlo, el carbonero, el alcaudón pretenderán despistarnos con exhibiciones de la siringe para que nunca sepamos a ciencia cierta si se trata de ellos mismos; la cogujada, el jilguero y el triguero lo harán a pecho descubierto, con todo el orgullo de que se sabe dueño de un fruto sabroso que hay que pregonar; y por último, en el recuerdo de esta breve muestra hemos de citar el portentoso ruiseñor capaz de entusiasmarse tanto por su obra que ya no sabe cuándo es día ni cuándo es noche.



De la mano de la gente de bien han salido de paseo, fueron al cine, al teatro, al baile; visitaron museos de arte, exposiciones monográficas y colectivas; escucharon conferencias, audiciones musicales, se vieron en los escaparates de las librerías. Se codearon y supieron estar en el mundo hasta hacerse un lugar de privilegio del que nunca deberían salir. El hombre, aunque sólo fuese en señal de respeto, tendría que esforzarse por que esto fuese posible. La población aviar sabrá corresponder a tal gentileza.



3 comentarios:

  1. Tórtolas, perdices, cigüeñas y tantas otras aves, nuestros
    campos se alegran con ellas.
    Es una pena que algunas especies desaparezcan.

    Un abrazo

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  2. Tomemos ejemplo de ese pueblo El Gordo, la convivencia nos beneficia a todos.
    Un abrazo.

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  3. Hola J. R. hace unos años estuve de vacaciones en Extremadura y me llamó poderosamente la atención tantos nidos de cigüeñas. Gracias por traernos una entrada ta gratificante.
    Un abrazo.

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