El lugar donde uno ha nacido suele dejar una huella memorística de la que es difícil olvidarse. Me pasa con Paymogo, porque es allí donde nací. Con el paso de los años puede llegar a convertirse en una especie de santuario al que es necesario volver para poner en orden las ideas. Es una vuelta al primitivismo, a hacer aquellas cosas que en su día se dejaron de hacer porque la vida en la ciudad es algo muy distinto. Aquí vive uno rodeado de encuentros más o menos relacionados con aquello a lo que se dedica —que es escribir—, arañando minutos de donde buenamente puede para encontrar el hueco necesario para sentarse delante del ordenador, cuando no de la página en blanco.
Por ello esos días, en los cuales nos encontramos con las personas de toda la vida, con los escenarios de toda la vida, con la chimenea humeante, con las paredes llenas de santos por aquello de alguna que otra humedad, resultan tan gratificantes que, en mi caso particular, lo elevo a la categoría de retiro voluntario.
Paymogo siempre sonó extraño a los oídos de las personas que me preguntaban de dónde era. Situado en el extremo más occidental de Andalucía, nos damos la mano con los portugueses, e incluso podemos abrazarnos con ellos por aquello de un estrenado puente que nos acerca aún más. Es muy gratificante esas visitas a la praia fluvial de Saô Domingo, o el paseo por esa encantador pueblo —Mértola— situado a los pies del Guadiana, con una cantidad tal de museos abiertos al público, que hace falta más de una tarde para palpar la puesta a punto de toda su cultura, cara al turista.
La gente de Paymogo vive su pueblo de la mejor forma que puede hacerlo: ocupando su tiempo en trabajar, participando de los festejos que se distribuyen a lo largo del año, preocupándose por los suyos y tratando de que las ayudas de la Unión Europea también les llegue a ellos por muy escondida que esté su ubicación. Su atractivo natural está al alcance de cualquiera que no sea pretencioso, pero le guste la tranquilidad, el buen clima y salir al campo para contemplar el vuelo de los pájaros.
Tengo amigos de toda la vida con los que siempre viene bien parar el reloj y dejarse llevar por la inercia de alguna relajante charla, pero quedándome con lo más actual, con los aspectos relacionados con la literatura, quiero mencionar a Casiano Cerrillo y Manuel Peña por su afán en sacar adelante esa Biblioteca País del Mago, en la que he aportado mi granito de arena.
Bajo estos condicionantes sitúo mis ganas permanentes de pasar parte de mi tiempo en el pueblo que me vio nacer, que dicho sea de paso posee un arroyo de aguas temporales que se llama Arruillo.

Felitaciones estimado amigo!!! Suceso cada vez más para ti!!!
ResponderEliminarNo sabía que eras de Paymogo :) Tengo un amigo que es de Paymogo también y mi padre era de un pueblo muy cerca: Calañas. De hecho sigo teniendo familia allí :)
ResponderEliminarDesde luego tienes razón, a veces no es fácil encontrar algo de tiempo para seguir activo literariamente, el resto ha sido un placer, saber de donde eres y conocer el nombre del arroyo... gratificante amigo, abrazos del alma y enhorabuena por todos tus logros
ResponderEliminarGracias por compartir estos momentos. Me gustan las imágenes.
ResponderEliminarUn beso.
Simplemente sonrío :)
ResponderEliminarMe queda un fondo de nostalgia, ya sabes el porqué.
Mértola, un lugar para visitar.
Abrazos
Joao: gracias por la visita. Que te vaya bien. Un abrazo
ResponderEliminarHola Myosotis: pues si, soy de Paymogo y paso por Calañas a menudo. Gracias por tu visita.- Un abrazo
ResponderEliminarNuria, María, Vero: gracias por vuestros comentarios que son bienvenidos. Lo de la nostalgia, claro que lo entiendo, Vero.- Abrazos
ResponderEliminarDices verdad, amigo. Siempre el lugar donde nacemos, de alguna forma, nos marca y va con nosotros. Nos lo cuentas con mucha amenidad. Así que de ahí el Arruillo...Lindas fotos.
ResponderEliminarAbrazos
Siempre volvemos a nuestras raices.
ResponderEliminarY a veces como tu el agua de algún arruillo
impregna nuestras entrañas.
Un abrazo muy grande
Gracias, Marisa, por tu comentario. El agua siempre es elemento unficador, no somos nada sin ella.- Un abrazo
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