Astro enigmático, ferviente esfera
hiciste sonar la lira olvidada
de múltiples poetas. Adorada
fue tu imagen. ¿Y quién no te venera?
En el amarillento suelo, en la era,
surge la paja y el grano. Copiada
una página más, agua pasada,
de la pétrea historia verdadera.
Realizas el milagro —divino—
de cambiar el esperanzador verde
en crujiente ocre. Gotas de sudor
brotan. Pesado casco, corte fino,
gira al trote ligero; no se pierde
detalle, expectante desde su alcor.

Precioso poema en el que el milagro son el fluir de tus versos.
ResponderEliminarUn beso.
Me resulta un logrado soneto, amigo. De mucho gusto.
ResponderEliminarAbrazo
Precioso soneto.
ResponderEliminarLleno de la fuerza de la tierra y el sol.
Abrazos
Gracias María por tu visita y dejar tu comentario.- Besos
ResponderEliminarGracias, tocayo, me alegra saber que te ha gustado.- Un abrazo
ResponderEliminarHola Vero:de la tierra, si, de esa que seguimos pisando casi sin reparar en ella.- Un abrazo
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