martes, 23 de junio de 2015

Jóvenes


Cada mañana ocupan los cincuenta centímetros más fríos de todo el umbral, pero no importa: con las mochilas depositadas en batería y los labios pegados tras la intimidad de una gorra "Nike", saludan las primeras luces del alba esperando que suene la alarma del móvil para incorporarse a la primera clase del día. A veces semejan virginales estatuas que esculpiera algún afamado artista: no importa nada, no se mueve un solo músculo, permanecen abrazados como si la vida les fuese en ello; otras cuchichean frases imperceptibles al resto de los mortales, en un lenguaje peculiar creado para entenderse tan sólo ellos. En época de exámenes mantienen en alto unos cuantos folios, tratando de hacer pasar los conceptos fundamentales desde la mano al cerebro, imitando al mejor de los ilusionistas del mundo. Pero sus ojos son otra cosa: desprenden un brillo especial, un halo embriagador que nos llega a todos los que pasamos por delante de ellos, haciendo como que no los vemos, pero sintiendo como se nos anima la rama juvenil que aún conservamos dentro. 

4 comentarios:

  1. Me resulta muy bien logrado, amigo. De mucho gusto.

    Abrazos

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  2. Gracias, tocayo, por tu comentario.- Un abrazo

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  3. Son esculturas que no se mueven pero están abrazadas, me gusta contemplarlas y más al compás de tus letras.

    Un beso.

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  4. Gracias, María,por tu visita y comentario.- Un abrazo

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