El niño amasaba su bola
de cera y pedía más y más a todos los penitentes. El largo cirio se inclinaba y
vertía gotas ardientes, que el mozalbete celebraba como si en sus manos portase
la potestad de hacer crecer el mundo. Su ambición era tal que no dejaba hueco
para sus juegos de niño, sólo quería amasar y amasar. Y en el domingo de
resurrección resbaló en una de sus locas carreras y la bola del mundo quedó
convertida en el planisferio de la Semana Santa.

Recuerdo de pequeña haber pedido a los penitentes que me dejasen caer unas gotas de cera para ve si podía hacer un figurita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esa es la fuente de insporación, Conchi, lo demás es ya producto de la imaginación.- Besos
Eliminar¡Oh,que bonito!, no tenía idea de esto de la bola de cera, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarBesos
Es propio de la Semana Santa de esta tierra.- Besos
ResponderEliminar¡Con cuatro palabras, hay que ver todo lo que se puede decir!
ResponderEliminarFelicitaciones!
Un abrazo
Gracias, Indeasena, bienvenida a este rinconcito.- Besos
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