jueves, 12 de abril de 2018

Sentirse arropado


Sentirse arropado a la hora de presentar un libro es una de las grandes satisfacciones que se puede llevar el escritor, independiente de lo que más tarde le espere al propio libro.



Los amigos, la familia, los compañeros de letras, los conocidos, el despistado que se cuela en el salón porque le gusta estar un rato sentado escuchando lo que allí se diga.



 En fin, toda esa maraña humana es lo que conforma la representación que ante si tiene el autor.



Hay casos y casos, claro está, pero en el mío al que no acude un periodista ni por equivocación, no está presente ningún oteador del mundo editorial ni siquiera por tomarse un refresco al finalizar el acto, ni se me ha dado aún la posibilidad de que algún desconocido me pregunte por qué escribo o a dónde quiero llegar, me sirve de gran consuelo contemplar a esas caras tan circunspectas a las que miro con gratitud y serenidad porque en el fondo y , a pesar de algunos nervios iniciales, lo único que me juego es que todos el mundo salga satisfecho del rato que hemos pasado juntos.



Una gran tarde, la vivida el pasado lunes, con ocasión de la puesta de largo de Breviario para tardes de lluvia, de las que animan a seguir en el tajo, a no abandonar lo que tanto amo, cual es sentarme en la mesa de mi escritorio y comenzar a contar historias más o menos noveladas de aquello que me rodea.



El formato es lo de menos, a veces surgirán en forma de poemas, otras de relatos, otras de micros e incluso hasta de novelas.






 Pero es lo de menos, ya digo, lo interesante es estar con la pluma siempre dispuesta para rellenar la hoja en blanco.

2 comentarios:

  1. Muchísimas felicidades por tu libro, y esos momentos son insustituibles, disfrútalos mucho.

    Enhorabuena amigo mío.

    Besos y feliz tarde.

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    1. Muchas gracias, María, la verdad es que lo estoy disfrutando con ganas. Un abrazo

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