Acudiste a mí como un dragón
dejado suelto en el portal;
puse mi lecho para que expulsaras
la inestabilidad de tu razón.
La armónica y el banjo
envolvían de azul a la señora;
yo tenía charolado el bordón
y puestas al aire las botas;
sonó el timbre y eras tú,
Calado de ginebra maloliente.
parí una larga noche
de voces en mi almohada,
de reencuentros con dioses
que ya tenía postergados.
Llegó la luz del alba
y quedaron prendidos
en sus cánticos las alondras;
yo restregaba entre mis manos
la mácula de tu camisa;
solo el olor a masa frita
te trajo al filo de la mesa.
Tras una ración de mando a distancia,
entre sorbos de colacao
se reordenaron las neuronas
y volviste a calzarte
tus zapatillas enebeá.
Volví a mi té de media tarde
y a sumergirme
por las manoseadas páginas
de los sonetos de Neruda;
me alcanzaron las sombras
y regresé al arrullo
en la arista de la cornisa.
Me ha gustado mucho como todo lo que escribes 👏👏😘
ResponderEliminarIsabel
ResponderEliminarUltimamente noto un giro en tus poemas, me gustan mucho Arruillo, es un gozo leerte
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Gracias, Carmen. Me alegra verte por aquí. Un abrazo
EliminarLas sombras no impidieron que desplegaras tu potencial poético para compartir esta maravilla. Me encantó. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Nuria. Aquí seguimos haciendo lo que podemos. Un abrazo
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