domingo, 30 de abril de 2023

El Decamerón

 


Al hilo del libro de relatos "Una parada obligatoria ", traigo a colación este libro que leí hace bastante tiempo, en una edición de María Hernández Esteban, que me causó un gran impacto. Decía yo:

Un buen empacho de cuentos que me ha llevado bastante tiempo digerir, y gracias a que han estado de por medio las vacaciones de invierno.
Como en toda obra clásica que se precie, ésta está llena de anotaciones que sería imposible leer, salvo que estuviésemos desarrollando una tesis doctoral. Como no es el caso, me limitaré a plasmar mi impresión de una obra que tuve que leer en su día, pero no lo hice.
Asombra desde luego la capacidad del autor para relatarnos cien cuentos y que lleguemos hasta el último sin aburrirnos. Se producen muchas repeticiones de escenas porque además todo gira en torno a situaciones similares donde los engaños amorosos están a la orden del día y el ingenio de los personajes parece no tener límites.
Es curioso lo que se puede obtener a consecuencia de una epidemia de peste, y como resultan de extrañas determinadas épocas que nos ha precedido: los jóvenes en lugar de remangarse y colaborar en labores propias de las grandes desgracias, se quitan de en medio, se retiran a una finca donde se lo ponen todo por delante y ¡hala! A contar historias, lo más divertidas posibles para pasar el tiempo.
Cualquier otro marco hubiese servido para el mismo fin, no entiendo que tuviese que ser éste, pero en fin ya no es posible preguntarle al autor por el motivo de tal elección. “Búsqueda de un orden que poner al caos de la ciudad” nos dice la editora, o “un viaje de regeneración”, de cualquier manera parece mucho lujo para mitigar la tragedia de la peste.

Y digo ahora: a lo mejor hay quién se pregunta qué tiene que ver una cosa con la otra. Puede que nada, pero lo cierto es que cuando escribí Una parada obligatoria, me paré a pensar en los siglos que han pasado desde que Bocaccio sentó las bases de la manera de escribir relatos.

 

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