De una palmera próxima
surgen los periquitos
como maduros dátiles.
No es su edén, este no es su edén,
pero desdibujan las nubes
y parlotean las terrazas
dueños de su condado.
Enamorado de ti
me amoldé a tus almenas,
a las antenas parabólicas,
a las camisas al sol,
al crujir de los muebles;
olvidé la repetitiva sintonía
de tu cuarto-estudio-laboratorio
y la movilidad de brazos
del batería cresta roja.
Las tórtolas, mis tórtolas,
las que habitan las grietas
olvidadas del arquitecto
tampoco arrullaron la cuna
con la que cruzamos océanos
hasta encontrar a Pata Palo.
Yo ejercito mis alas
como las tórtolas,
como los periquitos,
para llegar a tu presencia,
para retornar a mi oteadero
de palabras, refugio de melodías
donde te sueño
manchado de pixeles,
devorando mueslis con vatios,
pero trasmutado al fin
como ave del paraíso.
De una palmera pueden surgir preciosos versos como los que te has inspirado, amigo J.R., da gusto venir a tu blog a disfrutar de buena poesía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, María, siempre es un honor recibirte por esta casa y leer tus comentarios. Un abrazo
ResponderEliminar¡Que bellas palabras Arruillo!.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Conchi, por tu visita y comentario. Un abrazo
EliminarEntiendo amigo...
ResponderEliminarTu poesía me suele sacar sonrisas, como hoy, que me parece pura ternura el aleteo de las tórtolas y los periquitos en la palmera con sus charlas.
ResponderEliminarAbrazo, amigo.
Ya ves, Vero, otra faceta que tiene la poesía: sacar sonrisas y por ende dar felicidad. Gracias por la visita. Un abrazo
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