Así comienza este relato, que pertenece al libro "Bajo la luz de mi plaza"
Un estanco es ese lugar donde entran los fumadores para comprar tabaco, una
señora jubilada para comprar unos sobres o un señor mayor que tienta a la
suerte porque ¿qué mejor aspiración que hacer crecer los ahorros a base de
quinielas?
Un nieto puede ser un joven de dieciocho años, que además de tener el
carnet de conducir, ayuda a su querida abuela a la prosperidad del negocio sin
que le preocupe demasiado si algún día lo heredará.
Un mecánico es un señor que tiene un taller de autos, que puede ser que
echase los dientes entre neumáticos apilados, tuercas, gatos hidráulicos y olor
a gasoil. Tal vez aprendió el oficio mucho antes de terminar el Curso que le
acreditaba la capacidad suficiente para meterse debajo de un coche y hacer que
volviese a funcionar.
Un chapista es otro señor que, además de haber pasado por las pruebas de
conocimiento de mecánica para automóviles, un buen día le pareció oportuno
aprender a quitar abolladuras, rascar y pintar.
El acerado de las calles de una ciudad se concibe, por regla general, para que por él deambulen los viandantes sin tener que sortear ningún obstáculo que les impida moverse en cualquiera de los sentidos. Conserva una altura superior a la de la calzada para impedir que los vehículos puedan colisionar con los peatones y, por norma general suele ser un adoquín poliédrico quien mantiene el límite entre ambas zonas. Ocurre a veces que para facilitar el acceso a las personas con alguna dificultad motora se llevan a cabo rebajas del acerado por las que una silla de ruedas, un carrito de bebé, una bicicleta infantil, un patinete o el carro de la compra apenas notan que se entorpece su circulación salvo por una pequeña inclinación que les hace acelerar la marcha primero y aminorarla después hasta recobrar la horizontalidad.
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