Flores en
mayo aparecían
junto a la
piedra
cuando
lanzaste el grito
que aún
perdura.
aferrado a
mi espalda
de divino
inocente.
Oigo tu voz
caliente,
sintonía
desajustada,
amapolas de
besos
que caen en
el roce
del cálido
viento de otoño.
gotas de
tinta
evaporo con
rabia
buscando el
soplo
que te
propulse,
que rompa
la costra
que
envuelve tu presidio.
Pero tú y
yo no somos
veletas que
marquen el mismo rumbo,
ni pareja
de bueyes
que aren la
misma tierra.
Diferimos
en el voltaje
del
habitáculo del coche.
no quiero
hundirme
en los
relojes de arena
sino
calzarme unas chilucas
que se sujeten a la roca
reverdecida
del tiempo.
Cerca del
mar o en la ambarina umbría
poblada de
castaños.
cuando por
fin mi verso
sume la
última estrofa
quiero
sentir el tacto
de tus
encallecidas manos,
mirarme en
el cristal
de la flor
que arde en tu pecho
y respirar,
tan solo respirar,
por tus pulmones.
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Respirar, tan sólo respirar... Bellísima poesía Jose. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Nuria. Me alegra saber de ti. Un abrazo
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