miércoles, 1 de julio de 2009

El teléfono (1)

83 A Marisa, Delfos y Fernando tenemos que agradecer las felicitaciones por la llegada de Nerea; a Fernando además, presentarlo como un nuevo amigo que ha tenido el detalle de hacernos una visita y para todos los convecinos en general, va dedicado este nuevo relato, que ha tenido a bien D. José que os dediquemos. ¡Va por vosotros!


EL TELÉFONO (1)
En aquella casa no habían vuelto a pasar una noche, desde que lo hicieron con motivo de la misa por la muerte de su padre. Habían pasado varios meses y cada cuarto desprendía un olor a salitre, que denotaba la ausencia de persona alguna entre sus cuatro paredes. Aquella noche mientras ambos dormían, él se despertó sobresaltado porque estaba sonando el teléfono, pero… no podía ser, lo había dado de baja al mes siguiente del fallecimiento de su padre, y además estaba seguro de que ni siquiera lo tenía conectado a la roseta de la pared. Al incorporar medio cuerpo sobre las cálidas sábanas de franela, se dio cuenta de que no se oía nada, tan sólo el débil crujido de los muebles, aguantando el trabajo de las termitas. Ella roncaba plácidamente, ajena a las peripecias de su marido, lo más seguro que transportada a una isla paradisíaca de sol, palmeras y arenas blancas. Volvió a dormirse, pensando que aquello había sido un sueño y no tenía la menor importancia.Al día siguiente en el trapicheo de cacharros y reconocimiento de muebles, que podían ser útiles o no, él tropezó sin darse cuenta con un antiguo reloj-despertador, de pantalla cuadrada y dos hermosas campanas coronando su triste figura. Lo tomó entre sus manos y al tocar con los dedos el mecanismo de la cuerda – sito en la parte posterior -, se agitó de repente el martillo metálico, diestramente colocado entre las dos campanas, y se dio un tremendo susto que le hizo soltar el reloj, como si se hubiese llevado un calambrazo; el reloj cayó al suelo y allí estuvo sonando un rato, hasta que se agachó a recogerlo para depositarlo en lo alto de la cómoda, de donde lo había cogido. Dejó de sonar casi al instante, el tiempo suficiente como para que por la mente de él apareciese la razón de su brusco despertar nocturno. Volvió a cogerlo – ahora ya con toda seguridad – y clavó sus ojos en la manecilla pequeña, que señalaba la hora en las que el despertador debía ponerse en marcha: las cuatro y media.¡Claro! Eso dejaba las cosas en su sitio, esto es lo que había sonado la noche anterior y él lo había confundido con el teléfono; probablemente su mujer – que es una maniática para esto de los relojes – le había dado cuerda sin darse cuenta que estaba conectado el dispositivo que hacía funcionar el despertador. Se olvidó del asunto y continuó la inspección del resto de la casa.La siguiente noche volvió a ser un calco de la primera, con lo cual ya no pudo aguantar más y sin saber muy bien que estaba haciendo, se calzó las zapatillas, se puso un batín para no coger frío y con la linterna en la mano se dirigió al cuarto contiguo: el tic-tac del reloj delataba que estaba funcionando, pero el dispositivo encendido-apagado del despertador, estaba en apagado. Se fue al salón y con cierto temblor en sus extremidades inferiores, se dirigió hacia el rincón donde reposaba el teléfono; encendió la lamparita de la mesa y comprobó que el cable no estaba conectado a la roseta de la pared, tomó el teléfono en sus manos y con un gesto agilipollado descolgó el auricular y se lo llevó a la oreja.¡Nada! No se escuchaba absolutamente nada, ni tono, ni señal, ni cruce de líneas, ni nada por el estilo; eso si, podía oírse perfectamente el ímprobo trabajo de las termitas en una de las sillas, a la que ya tenían horadada, como si aquello fuese un queso gruyere en forma de asiento. Se fue al servicio, evacuó líquidos y sin terminar de creérselo, volvió a la habitación, a la paz de los ronquidos, con la yema de los dedos tocó a su esposa para comprobar que era de carne y hueso, y acomodándose a la forma de su cuerpo, terminó por dormirse.
.../...Continua en El Teléfono(2)

4 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, Arruillo. Pero fue un placer por mi parte. Desde que tuve a mis dos pequeños, toda llegada de nuevos bebés la siento un poco como propia, me resulta más que entrañable.

    Qué inquietante...
    Lo del detalle de tocar a su esposa para comprobar que es real es un toque genial.
    Seguiremos atentos.

    Un abrazo.

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  2. Muy inquietante. Estaremos pendientes. Un beso y mas felicidades destildadas.

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  3. Me he sentido identificado con tu protagonista, espero el proximo capitulo.
    Un abrazo

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  4. 23/06/2009 at 23:48

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?