miércoles, 15 de julio de 2009

El teléfono (y 3)



88 Y para que Izaskun no sufra más, Gon ha tenido la gentileza de terminar el último relato y exponerlo públicamente...




EL TELÉFONO(y 3)




Cuando llegó la noche, él no tuvo paciencia para esperar que sonase de nuevo el teléfono, y una vez que su esposa comenzó a roncar en el calorcito del mullido sofá, bajó el volumen del televisor y esperó diez minutos a que de verdad estuviese dormida, entonces apagó el aparato y la convenció para llevarla a la cama, con la excusa de que ya había terminado la película y él se quería poner a leer un rato. Le prometió no tardar mucho y cerró la puerta de la habitación. Una vez a solas, escuchando únicamente el tic-tac del despertador o el rac-rac de las termitas, tomó el libro que tenía encima de la mesa, buscó el marcador de páginas, se ajustó las gafas, se acomodó y fue incapaz de leer tres líneas seguidas; el teléfono situado en la mesita y al alcance de la mano, era como una tentación: ¿tardaría mucho en sonar?, porque él estaba convencido de que más tarde o más temprano terminaría por hacerlo. Lo cogió, le puso la pestaña de sonido en la opción de suave y lo depositó encima de sus piernas, y miró el cable que a modo de rizado rabo, se balanceaba, y no sabía por donde coger el asunto para aclararse un poco. Ni leía, ni pensaba, así que le fue venciendo el sueño, terminó por inclinar medio cuerpo sobre el cojín y se quedó dormido. Se despertó bruscamente, cogió el auricular y comenzó a hablar, pero nadie respondía, se frotó los ojos y se percató de que lo había estado soñando. Se tuvo que levantar a buscar agua en la cocina, porque la cena parece que le dejó demasiado seco el tracto digestivo, y fue justo en ese preciso momento cuando volvió a escuchar el sonido del teléfono. Corrió hacia el sofá y se abalanzó al auricular para evitar que siguiera vibrando; tomó aire, esperó unos segundos para comprobar que todo seguía en calma y que su esposa no diera muestras de estar despierta. Cuando acercó su oído al auricular descubrió que se trataba de la voz de su padre, que seguía muy interesado por la situación de sus nietos y el futuro que les esperaba. Él lo tranquilizó porque en el fondo eran buenos chicos y seguro que eso estaría por encima de los vicios adquiridos, y al final llegaría un momento en que no tendrían más remedio que valerse por ellos mismos, les costaría más trabajo, se les haría más duro, pero la ley de la supervivencia estaría por encima de todo y ya se cuidarían de administrar sus bienes por la cuenta que les traía. El abuelo no lo tenía del todo claro, porque veía que su hijo era muy blando, que con la edad que tenían sus nietos, tenían que estar más que espabilados y no pensando a que dedicarse, que a ver quien iba a trabajar para los jubilados como la cosa siguiese así.”¡Que pena, ni que pena!, los hijos no pueden dar pena, esa es tu equivocación, no hay que dárselo todo hecho, deja que se equivoquen, que se vayan, que parezca que no te quieren, la fuerza de la sangre está por encima de todo eso y llegará el día en que volverán y estarán contigo, ¿no ves como has vuelto tu a mi, a pesar del tiempo que hacía que no pisabas esta casa?”. Aquí se le encendieron las luces y a punto estuvo de colgar el auricular; la voz de su padre cada vez se oía más lejana y por más intentos que hizo por aumentar el volumen del teléfono, ésta terminó por apagarse no quedándole otro remedio que colgar. Se refugió en la franela de las sábanas y el calor de la mujer.

Al día siguiente tocaba regresar a la ciudad, al encuentro con los hijos y tenía que cerrar los ojos por los menos un rato, la cabeza le pesaba más de la cuenta. En el camino de vuelta, ella le estuvo preguntando por la lectura del libro de la noche anterior, por el desarrollo del mismo; él tuvo que hacer un gran esfuerzo imaginativo, porque apenas conocía de ese libro más que dos páginas, y ante la insistencia y por miedo a que fuese a descubrir las alucinantes conversaciones con su padre, le fue contando la historia de un hijo que se pone a hablar con su difunto padre a través de un teléfono, que no tiene línea y que sin que se diese cuenta su esposa, charlan y charlan de asuntos generacionales y de lo difícil que resulta a veces cortar el cordón umbilical, es como si fuese ese cable de teléfono, que sin estar conectado mantiene la posibilidad de comunicarse. Le contó y le contó pero el desenlace final no se lo supo explicar, porque no había llegado al final del libro. Ella se acicaló el pelo y le dijo: “ pues el final es que el protagonista tenía tanta preocupación por el factor generacional, que fue capaz de llevar su mente a una situación de catarsis tal, que realmente hablaba con su padre”. Él se quedó blanco, la miró de reojo y le dijo: “¿Y tú como lo sabes?”. “Porque yo si he llegado al final del libro”.

8 comentarios:

  1. Gracias. Magnífico final. Ahora sólo me falta el libro poprque la catarsis de hablar con mii padre difunto la vengo practicando tiempo ha. Supongo que por eso me interesó tanto este teléfono (y por la foto, claro).
    Besitos a todas-os y sobre todo a Nerea que tendrá mucho que leer cuando crezca. Mil gracias a Gon.

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  2. Bueno, Gon, ha sido magnífico: he estado intrigada pero no se me ha hecho demasiado larga la espera y lo mejor es que el final no me ha decepcionado
    ¡queremos el libro ya!

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  3. Sencillamente genial Arruillo, me he leido las 3 entradas del tirón.En cuanto al tan manido choque generacional, habría mucho que hablar. Podrías crear un foro (o algo similar) para intercambio de matices. Por otro lado, se me acumulan las felicitaciones: por Nerea (precioso nombre),aunque no sé si es personaje real o ficticio o catarsis;por la cantidad de amiguitos que has hecho en este tiempo, esto va bien; por las vacaciones que se supone que disfrutas.Hala pues, que no hay que abusar.

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  4. Estupendo. Sinceramente. Buen tema y una forma fantástica de tratarlo. Gracias por abrirnos tus puertas.
    Un besote muy fuerte (GUERRERA)

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  5. Por fin he podido leer el final de la historia.
    Y, desde luego, ha merecido la pena.
    Hay que saber, o al menos ya intuir, ciertas cosas para comprenderlo.
    Muy bien escrito y muy buena historia.
    Un saludo.

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  6. ¡Hola, Arruillo! Indudablemente el tema me atrapó. Leí las tres partes de un tirón y me gustó el desenlace. Super interesante. Confieso que hablo tantas veces con mi madre muerta en 2001. Así que ¡como para no atraparme!
    Un fuerte abrazo y cariños.

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  7. Leído y disfrutado de principio a fin. Abrazos.

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