viernes, 6 de noviembre de 2009

Contenedores (y 3)


125 Por fin nos va a sacar Gon de la duda en la que nos tiene metida con la situación de ese personaje tan curioso…¡chiiiiisss!, no digas más, ¡ah, de acuerdo, me callo!


CONTENEDORES (Y 3)

.../...Viene de Contenedores (2)

Se hizo la noche y allí seguía, sintió como si llamasen a la tapa-puerta y con toda la familiaridad de la que era capaz, como si se tratase de la puerta de su chabola, levantó un poco la portezuela y se introdujo en ella una bolsa que colgaba de unos dedos. Como veía que no acababa de caer la bolsa, la sujetó con una de sus manos, mientras que con la otra sostenía la tapa, entonces los dedos cedieron en la pinza que ejercían sobre la bolsa y se esfumaron. Ni dio las gracias. Pasó directamente a la inspección ocular del contenido de la bolsa porque oler, olía bien y estaba hasta calentita, así que no era cosa de perder el tiempo no fuera a ser que se enfriara. Se acomodó, extrajo el contenido y se le pusieron los ojos a cuadritos, cuando vio aquella apetitosa pizza que tan sólo conocía de la propaganda que encontraba entre los cartones, con el queso fundido chorreando por sus bordes y los trocitos de bacón incrustados en la masa; le lanzó dos primeros mordiscos que se manchó hasta las orejas, luego mientras engullía tanteó la bolsa y se dio cuenta que había algo más: una cosa como cilíndrica, que no estaba caliente. “Anda la leche”, una lata de cerveza que no estaba vacía; tiró de la anilla con tanto ímpetu que salió el espumoso líquido buscando aire libre y le dio una ducha con olor a cebada.

No había hecho más que expeler el tercer eructo cuando de nuevo sintió que alguien merodeaba por los alrededores. Se encogió y permaneció en silencio. En vista de cómo iba la jornada lo mejor era relajarse y esperar acontecimientos. De nuevo una mano que asoma, una bolsa que cuelga y los ojos del Marué que no se lo creen. Un ligero balanceo de la bolsa le hacen sospechar que o la coge o se puede llevar allí bailando toda la noche, así que estira su brazo y se apodera de ella. Al cogerla, con sus dedos roza los dedos que sujetan la bolsa y experimenta una sensación placentera que le hace chiribitas en la boca del estómago; quiere dar el paso de asomarse a ver de quien se trata, pero le falta ese último impulso y los pasos suenan a retirada, así que se deja llevar por los instintos, vuelve al rincón y al desabrochar la bolsa se encuentra con un apetitoso pastel de manzana al que no le ganan ni los del escaparate de la Cafetería Estepona. Del pastel no dejó ni el molde; pasó su lengua una y otra vez por la base de cartón hasta dejarla reluciente. Ni se había puesto los pantalones, olvidó por completo el motivo de su presencia en ese receptáculo y cayó en un estado de somnolencia, que lo llevó al poco rato a estirarse todo lo que pudo sobre los cartones y quedarse dormido como un bendito.

El peso de la noche cayó sobre la ciudad y los operarios del servicio de recogida de basura comenzaron a desplegarse con sus enormes vehículos articulados, cómodamente instalados en la cabina de los camiones. Por eso al llegar el turno de recoger el contenedor en el que se hallaba el Marué, nadie oyó sus gritos tratando de salir del mismo, peleándose con la trampa-puerta allá en lo alto como si estuviese en los cacharritos de la calle del Infierno. Por el barrio donde vivía imperaba la miseria y nadie lo echó en falta, ni siquiera su madre-abuela que bastante tenía con sobrevivir evitando, que ningún indeseable se le instalara en la chabola, aunque dicen por otros sectores de la ciudad, que ese muchacho que pasea del brazo de la Luci, tan bien arreglado y lustroso, es la viva estampa de aquella cabeza estropajosa, que se llevaba todo el día entrando y saliendo de los contenedores de basura.


5 comentarios:

  1. Redondo, redondo.
    He devorado las tres entradas del relato, y me ha encantado.
    Me descubro.

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  2. Claro que es el que va del brazo con la Luci, no pienso aguantar que lo haya triturado la maquinaria del camión aunque me temo que tendré pesadillas.
    Muy bien, señores.
    Un beso. Y a Nerea no se lo cuenten por ahora, que tiene que dormir bien.

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  3. ¡Enhorabuena Arruillo! Tu blog es el blog de la semana en megustaescribir… Completamente merecido, debo decir. Este relato del contenedor es sumamente tierno y triste a la vez. Recientemente me leí “La trilogía de Nueva York”, de Paul Auster, en la que un personaje, curiosamente, también vivía una experiencia en un contenedor que debía abandonar a las horas en las que pasaba el servicio de limpieza…

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  4. Me ha gustado mucho, amigo. Me resulta muy bien.

    Abrazos

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  5. Seguí el relato desde el principio, chulísimo. Abrazos.

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