lunes, 29 de agosto de 2011

Sinfonía en pí mayor (2)

261 Ananda y Trini pasaron por aquí y coinciden en la ardua tarea esa de leer a los clásicos, ya lo sé Alba, pero ya sabes quien manda aquí, claro que lo sé Gon ¿qué nos traes hoy?, la segunda parte de aquella sinfonía que empecé antes de tus vacaciones, ¡ah!, pues pongámosla

SINFONÍA EN PÍ MAYOR (2)
Abandono los prismáticos y todo mi interés por el mundo exterior, y me centro en las dos lunas de tus ojos, que al poco de retarlos desafiantes, te hacen exclamar un ¡ay! y buscar cobijo en mi pecho. Pasan unos minutos en los que todo se detiene, en los que no parece existir más mundo que el que ocupan nuestros cuerpos ensamblados en ardorosos besos. Apenas hay palabras, son sólo susurros, silabas sueltas que se deslizan por la comisura de los labios, y ascienden candorosos buscando el tímpano ajeno. Al mirar el cielo descubro sobre el fondo azul el rostro blanquecino dejado por esos aviones, que de forma continuada atraviesan en pocos minutos toda la bóveda celestial. ¿Dónde irán? ¿De dónde vendrán? Siempre me he preguntado por la existencia de estas silenciosas máquinas, que ocupan ese lugar de privilegiado observatorio. A mí que tanto me gusta observar, fijarme en cualquier detalle y quedarme con la idea de traspasarlo luego al blanco folio. Dicen que son entrenamientos militares, formas de engrosar horas de vuelo para pilotos, que necesitan tener un currículo decente, por si llegado el momento hay que ponerse el mono de faena de forma seria. ¿Tiene sentido alguna guerra? ¿Sería posible la convivencia sin la persuasión constante de estas máquinas de matar? ¿Por qué tendremos que estar vigilándonos continuamente los unos a los otros? Todas estas preguntas y algunas más me las hago aprovechando que has conseguido relajarte, cerrar los ojos y dejar que tu cuerpo disfrute de unos minutos de descanso. Luego dirás que has tenido un sueño muy tonto, que no sabes porque aparecen esas personas y a cuento de qué estaban presentes, pero ya sabes: al lenguaje de los sueños nunca le hemos prestado demasiada atención. Abres los ojos, justo en el momento que pasan junto a tu ventana una colorista concentración de aves de pequeño porte, que cuchichean entre sí. Forma parte de esa amplia familia que debido a sus particularidades cantoras, sufren el acoso de aquellas personas que no se conforman con verlos revolotear o escucharlos cerca de sus casas, prefieren tenerlos enjaulados para que alegren los días oscuros, a costa de privarles de la parte esencial de cualquier ave: su libertad. Los fringílidos son acosados en todos los ámbitos, tanto en pueblos como en ciudades donde llegan a esa especie de zoco donde todo vale con tal de comerciar. Observarlos en el campo vale cien veces más que una sola de las notas musicales que emitan entre rejas. Como llegan, como ondulan el aire, con que delicadeza se posan sobre los cardos y otras plantas silvestres para extraerles las semillas. Algunos tienen la cara colorada, posiblemente por la vergüenza que les supone estar en el centro de atención del hombre, que no hace más que ingeniar cual es la mejor forma de capturarlos. En un naranjo – uno de sus árboles favoritos –, pude observar en una ocasión, con que dulzura alimentaban los progenitores a unas crías cuyo nido había sido desplazado al interior de una jaula. Si conseguían salir adelante, jamás tendrían la oportunidad de experimentar con la ingravidez de los cuerpos. Yo si tengo esa oportunidad, el que estés aquí y ahora a mi lado, acompañándome sensorialmente, me hace sentir lo mismo que ese pequeño carduelis, que nos reta en un alarde de virtudes. Me abandono en la estrechez del habitáculo, cierro los ojos y dejo que tus manos se posen sobre mi piel. Ahora se nota mejor que nunca el exceso de calor que proporciona ese sol invernal, por lo que tenemos que optar por buscar la brisa bajando uno de los cristales de la puerta. Lejanos pero de fácil identificación una colonia de flamencos zapatean incansables en busca de comida. Te leo: “Con sus largas patas rosadas y su desmesurado cuello semejan extrañas aves trasplantadas de una laguna africana. De repente, el bando se alarma y comienza a elevar pausadamente el vuelo, rasando el agua; una llamarada rojiza alegra el azul del cielo y se deja escuchar una fuente algarabía”. Parecen peregrinos que se desplazan en busca de ese lugar donde vivir en paz, sin que nadie les moleste. Su organización es tal que tienen hasta guarderías para que los pollos estén a salvo de esos depredadores, que acechan el momento oportuno de atacar. En estas aguas quizás sea el hombre el mayor de sus enemigos, con actuaciones que destruyen sus lugares de cría y alimentación. Mientras miramos sus elegantes figuras, te cuento todo esto y tú asientes con la mirada, con esa fe que tienes en mis conocimientos: sabes que me apasiona el mundo de las aves, pero lo que no sé si llegas a captar, es la importancia de tu presencia en este marco idílico en el que el sol se refleja en la lámina acuosa, dando la impresión de que nos encontramos en medio de la mar océana. Poco esfuerzo hay que hacer para imaginar como serían estos parajes en épocas pasadas, cuánto de cierto tienen las afirmaciones, de que aquí llegaban las olas, como ahora lo hacen en las lejanas playas del coto. A veces tengo la impresión que me parieron en una era desde la que se divisaba el mar: cómo se ensancha mi caja toráxica  cuando me encuentro en situaciones como éstas. 

.../...Continúa en Sinfonía en Pi Mayor (y 3)

3 comentarios:

  1. Pedazo texto.
    Qué decir??? Un canto en defensa del medio ambiente, del respeto y cuidado por las aves.
    Qué razón tienes...
    Las mañanas de invierno cuando llego a trabajar, sobre las salinas despegan flamencos blancos con las puntas de las alas rosadas. Y cada vez hay menos flamencos y más contaminación.
    Has visto cuando instalan redes para cazar pajaritos para comer??? una vergüenza y un delito que se consiente.

    Besos, me quito el sombrero

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  2. Coincido con Ananda en la hermosura y riqueza del texto y, por su puesto en el fondo del mismo.
    Creo que a pocos no se les ensancha la caja toráxica cuando tiene delante el mar.

    Abrazossss

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  3. Que hermosa es la sinfornía que nos regala la naturaleza cada día. Lástima que no siempre sepamos corresponder su generosidad.
    Un beso Arruillo

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