lunes, 12 de enero de 2015

Crónica de una visita a Cortes de la Frontera


Crónica de la primera visita que realizamos como grupo a la población de Cortes de la Frontera (Cádiz)

Llegamos a la residencia Al-Alais, más conocida en Cortes como “El internado” el 9 de Octubre de 1992 con la intención de pasar unos días por estos parajes, de los que teníamos buenas referencias. Allí estábamos esa noche tres familias , incorporándose al día siguiente otras dos más. A las once de la mañana estábamos en Ubrique para conocer la ciudad y darnos cuenta de la importancia del curtido de la piel. Enclave pueblerino perfecto, a la falda de una montaña, aunque por dentro; entre sus calles principales encontramos lo mismo que en una ciudad. La carretera de Ubrique a Villaluenga del Rosario nos gusta y a través de la Manga llegamos a la población buscando la conocida sima. Allí nos recreamos y hacemos un poco la cabra, tanto los grandes como los pequeños, eso sí: apreciando en todo su esplendor la magnitud de la grieta que se sumerge misteriosa en el interior de la tierra. Como no tenemos preparación espeleológica ni medios necesarios, recobramos la horizontalidad del terreno para irnos a un merendero y prepararnos para el bocata del día.
Aquí comienza una de nuestras aventuras más recordadas, ya que nos vimos de pronto rodeados por una manada de vaquillas que entre voces y alboroto la dirigían unas paisanos hacia un pequeño tentadero para marcarlas. Los bocadillos quedaron encima de las mesas y el que más y el que menos no sabía donde cobijarse. El asunto quedó nada más que en un susto, puesto que los animales tenían más miedo que todos nosotros juntos, pero… ¡había que estar allí! De Benaocaz a Ubrique descendimos a través de una calzada romana que en parte se encontraba en buen uso y el resto muy deteriorada. A lo largo del día nos acompañaron en el paseo, alcornoques, algarrobos, olivos, encinas, pinos carrascos, chopos, zarzas, chumberas, espino albar, escaramujos, membrillos.
El segundo día de estancia de Cortes nos adentramos en el inicio de la travesía hacia Montejaque, encontrándonos con una cuesta de muy señor mío, a la que puso algo de alivio un todoterreno que se llevó a las féminas que quisieron montarse. Superamos el puerro de Libar y en el cortijo Carrasco estuvimos reponiendo fuerza, e iniciamos la búsqueda de una sima que nos habían dicho que andaba por allí, pero no hubo manera de dar con ella.
El frío y la amenaza de agua nos hicieron volver a la residencia antes de lo previsto; menos mal que el internado disponía de una mesa de ping-pong donde pudimos mantener a raya a los niños. Como siempre, tuvimos ocasión de comprobar lo desagradable que resultan los tiros de los cazadores mientras que los buitres y los conejos trataban de buscarse la vida, cada cual como podía.
Visitamos la estación de Cortes, con todo el encanto de una estación de tren antigua, próxima al Guadiaro. Nos gusta sobremanera, en el camino de vuelta el Peñón de Berrueco y sus alrededores. Fuimos hasta Tavizna para adentrarnos por el lateral del camping hasta el pantano de los Hurones. Por esta zona comprobamos la existencia de un nido de cigüeña en los silos del Esparragosilla, la proliferación del urbanismo salvaje y la sequía que se podía apreciar en el nivel de las aguas del embalse.
Dicen las guías que existen bosques en galerías en los arroyos cercanos. Lo tendremos que comprobar en próximas excursiones.

7 comentarios:

  1. Bonita excursión de la mano de tus letras, amigo Arruillo, un placer disfrutar de tus letras.

    Un beso.

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  2. De mucho gusto leerte, amigo. Espero próximo.

    Abrazos

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  3. Vuelvo a disfrutar de tus crónicas viajeras. Un placer participar de tus tan sustanciosos periplos. Un abrazo.

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  4. María, J.Valle, Antonia: muchas gracias por vuestra amables palabras. Seguiremos de ruta que siempre es algo muy saludable. Abrazos

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  5. He leído la crónica y he disfrutado, algunos de los sitios que nombras los he visitado. Un abrazo.

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  6. Un buen recorrido J.R, el incidente con las vaquillas muy divertido.
    Un abrazo.

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  7. Hola Conchi: gracias por tu comentario y me alegro que te haya gustado la crónica.
    Un abrazo

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