lunes, 16 de marzo de 2015

Los Royos en Sierra del Segura


Crónica de una visita a Los Royos en Sierra del Segura
Primer día 
Partiendo de Sevilla nos detenemos en Villa del Río para desayunar siguiendo el curso ascendente del río Guadalquivir. Pronto nos invaden los olivos y nos introducimos en carreteras más sinuosas, el color rojizo del suelo y los abundantes charcos ponen la nota característica, compramos pan en Villacarrillo, dejamos a un lado Iznatoraf, observamos a lo lejos la grandeza de los montes entre nubes y a ratos se ve el Sol. Al desviarnos hacia la Puerta del Segura, ya se ve todo el esplendor de Segura de la Sierra, destacando su fortaleza colocada casi esculpida en la roca. Tras el trámite pertinente nos quedamos en la casa, sita al borde de una carretera rural, en medio de un denso bosque de pinos; posee una chimenea, tres habitaciones y una situación privilegiada para gozar de la Naturaleza con mayúsculas. Recogemos leñas y nos damos un paseo por los alrededores para descubrir gran variedad de pinos, robles, encinas y chopos formando un bosque donde parece mentira que a un metro de altura puede uno encontrarse un nido abandonado. Entre otras podemos destacar la presencia de saucos, zarzas, escaramujos, endrinos…Se observan buitres, urracas, mientras las luces de la tarde van llegando poco a poco a su fin.
Segundo día 
Día especial ya que me propuse quedarme sólo en plan experimental. Para empezar me puse a caminar por los alrededores hasta el campamento juvenil “Las acebeas” y descubro la gran cantidad de basura que aún se tira por la ventanilla del coche como si fuese algo que se volatizase al lanzarla, que al mezclarse con el sobrante natural del bosque constituye un excelente pastel para ser devorado cuando los primeros rayos solares hagan su aparición. Agujeros de picos, hongos orejudos que se apoderan de los tocones, pinos de variedades infinitas, robles, chopos, plátanos de sombra y los asombrosos acebos con sus pendientes rojos adornando el camino. Nubes, montañas ora cubierta, ora dejando pasar los algodones, buitres en la lejanía y dos guardas forestales que gustan dialogar con el caminante; un abuelo se queja de la escasez de níscalos, una familia pretende acampar sin ser vistos, un padre muestra a su hijo cómo cambiar de velocidad subido en una bicicleta. Me encuentro un ardilla que jugó conmigo al escondite hasta que intuyendo mi intención dejó que la retratara. Unos cazadores portan orgullosos el producto de su tarde de gloria: un enorme jabalí prestaba su tributo a la veda abierta. Luego corté leña para la chimenea y en vista de que comenzó a llover, me coloqué el traje de agua y en determinados momentos sólo, de pie, en medio de los árboles y sin escuchar ruidos me pareció estar integrado de pleno con los vegetales que me rodeaban.
Tercer día 
Día lluvioso y frío. Parte del grupo se va a Segura de la Sierra mientras unos pocos nos vamos a El Espino. A través de una pista forestal que conduce a la fuente del Tejo terminamos en un cortijo que no aparece en nuestro mapa y dado que hay dos perros guardianes que no están muy por la labor de orientarnos en el camino, damos la vuelta. Cuando pusimos pie a tierra nos encontramos más a gusto, aunque sin saber a ciencia cierta cuál era el camino idóneo. Un río revoltoso, la presencia del pino negro y la llovizna eran las notas destacadas; algunos acebos, un buitre por encima de las nubes y el bosque frondoso nos hacían presagiar un paseo relajado. Tras varios titubeos tratando de encontrar la ruta buscada acabamos bajo una lapa esperando que amainara la lluvia. Regresamos al coche justo cuando comienza a granizar y desde ese momento hasta llegar a la casa de los Royos, vivimos momentos espectaculares entre la lluvia, las nubes, las formaciones rocosas y el inicio de tímidas formaciones nevadas en las márgenes del camino. Al llegar a la casa nos espera la chimenea y unos villancicos ensayados al amparo de su lumbre, excelente final para una jornada intensa.
De vuelta 
Aprovechando mi rápido despertar, salí a apurar los últimos minutos de bosque, aguantando como pude el gélido ambiente. Algún herrerillo y sus impertérritas quejas eran la representación faunística para tan temprana hora. Realicé las últimas fotos del lugar y poco a poco terminamos montados en los coches camino de Orcera. Allí nos despedimos de los dueños de la casa y con el punto de vista puesto en Úbeda nos fuimos alejando de la Sierra con la sana intención de regresar a aquel lugar donde tanto se ha quedado por descubrir. Regresamos por Cortijos Nuevos, Cañada Catena, Cuevas de Ambrosio…tratando de apurar hasta el último momento la esencia de un verde cada día más difícil de conseguir. Úbeda significa otra cosa, otra historia, algo que nada tiene que ver con la Sierra, los olivos y el mundo rural del Segura. Allí hay escaparates, grandes edificios y una ciudad monumental que precisa una visita más minuciosa.

4 comentarios:

  1. Con qué gusto nos regalas esta crónica, amiga. Me hubiese gustado más fotos; pero, se disfruta.

    Abrazos

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  2. Gracias por la visita,tocayo. Hay problemas con las fotos, por eso no puse más.- Un abrazo

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  3. A mi también compa José me hubiera gustado disfrutar de mas imágenes pero tu texto ya en si es un regalo para nuestras miradas.

    Un beso.

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  4. Tus palabras me han hecho partícipe del recorrido y lo he disfrutado plenamente. Una crónica deliciosa. Un fuerte abrazo.

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