Primer día
Recalamos
en el albergue juvenil catorce personas entre adultos y niños un viernes del
mes de Febrero del año 93. Pasamos la noche y a las ocho de la mañana comienza
uno de los sueños más bonitos vividos en los tres años de funcionamiento del
club se senderismo en el que nos desenvolvemos. Abrimos las ventanas de las
habitaciones y aparece el fascinante espectáculo de una gran nevada que va a
cubrir todos los árboles de una gran capa de polvo blanco hasta doblas sus
ramas. Empezamos a corretear por los pasillos, de ventana en ventana,
asombrándonos de las estampas de cal que se veían por todas partes. La cámara
fotográfica comienza a funcionar y ya no pararía en toda la mañana. Muñecos de
nieve, coches cubiertos de capa nívea, tejados repletos del preciado don del
hielo. Por donde quiera que se mire los ojos no dan abasto a acaparar tanta
belleza, estalla una pequeña batalla de copos, hasta que decidimos comenzar a
caminar. Por la carretera hacia Alfacar todo aparece cubierto de blanco. El
chisporroteo de las botas al contacto con el suelo produce una extraña
sensación que la hacen muy agradable. Los pájaros van de rama en rama
sacudiendo el polvo, caen algunos copos esporádicamente y todo el alrededor
presenta ese aspecto cautivador de todo aquello que uno no está acostumbrado a
ver: las plantas, los árboles, el suelo, los arroyos, el cielo, las nubes…todo
es distinto; no hace falta buscar rutas, tan sólo hay que caminar y caminar. Al
final llegamos a una pequeña colonia, donde la figura del poeta García Lorca
tiene su recuerdo en forma de parque y de azulejos con sus poemas. Un poco más
adelante, el nacimiento de un arroyo, agua clara, burbujeante, como dentro de
una gran piscina natural. Pero sobre todo, la nieve, el blanco expandido por
doquier, con las pisadas recién estrenadas y Sierra Nevada insinuándose en la
lejanía.
Tras el almuerzo la ciudad de Granada merece un paseo por el
Albahicín y el Barrio del Carmen. Catedral, zoco y río Darro. Regresamos al
albergue y el Palacio de Cuzco significa una pequeña decepción en el capítulo
de visitas programadas; allí se insinúan frescos sacados del Quijote, que tan
sólo se pueden observar desde un patio donde aún quedan los setos cargados de
nieve. Allá abajo, en la lejanía, la Vega de Granada.

Llevamos en las alforjas de la memoria cada viaje en tres dimensiones. Los sentidos en un frasco que al destaparlo se expanden con el recuerdo intacto. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, María José, por aportar una pincelada poética a un texto que le tengo gran cariño.- Abrazos
ResponderEliminarMe resulta muy bien narrado, amigo. Dices con encanto.
ResponderEliminarAbrazos
Magnífica entrada has narrado de tu visita a Granada Arruillo, perdon J. R. Lástima que te llevaras una decepción con la visita al Palacio de Cuzco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, tocayo, me alegro que te haya gustado.- Un abrazo
ResponderEliminarHola Conchi. Lo que pasa con las visitas es que a veces se crean más expectativas de lo que es en realidad.- Un abrazo
ResponderEliminarTodo parece tan bello desde tus letras, amigo JR, me ha encantado tu excursión porque además nos has hecho partícipe de ella por compartirla con nosotros, mil gracias por ello.
ResponderEliminarUn beso.
Todo parece tan bello desde tus letras, amigo JR, me ha encantado tu excursión porque además nos has hecho partícipe de ella por compartirla con nosotros, mil gracias por ello.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias a ti, Maria, por pasar por aquí y dejar tu impresión de esta crónica viajera.- Un abrazo
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