lunes, 15 de junio de 2015

Pandorga


Inmerso en la lectura del libro Anaconda de Horacio Quiroga, editado por Alianza editorial en 1981, me encuentro con una palabra que hacía mucho tiempo que no la había escuchado: pandorga.
No es una palabra cualquiera. A mi me trae el frescor de las tardes de verano cuando correteaba mis ocho o diez  años, allá en el Llano Barrio de Paymogo. Ninguno de los adelantos técnicos al uso se habían inventado aún y por tanto la chavalería agudizábamos el ingenio para disfrutar de lo que tocaba: la infancia.
Aquellas pandorgas fabricadas por nosotros mismos, con cañas, papel de estraza, metros de hilo y trapos de colores subían y subían hasta las nubes con los mensajes de ilusión que les íbamos enviando. Páginas de una vida que ahí quedó.
Ahora, mi admirado Quiroga, me recuerda en su cuento El Divino que ese término con el que se denomina a la cometa era utilizado en su época en Misiones, en la frontera con Brasil, cumpliendo el mismo objetivo que en mi pueblo de origen, situado a miles de kilómetros, océano de por medio. El lenguaje carece de fronteras e incluso se resiste al paso del tiempo. El diccionario de la lengua española aún lo recoge en su seno, en su apartado 3: Cometa que se sube en el aire. Cuánto disfrutábamos entonces y cuánto disfruto ahora con la lectura de este cuento de Quiroga, que al margen de término, nos da una muestra más de su extraordinaria forma de entender el relato.
De este modo, fue menester que Howard sostuviera de pie al Divino, mientras el tambor comenzaba su piruetesco acompañamiento, y la comitiva cantaba:
Aquí está el Divino
que te viene a visitar.
Dios te dé la salud
que te va a cantar.
El Divino que está ahí
te va a curar
y el señor reciba
mucha felicidad.
Santo alabado sea
el señor y la señora.
Que el Divino les dé felicidad.
Una pandorga que lanzada al aire de aquellos años —¿sería esta una de mis peticiones?—, me ha llevado al encuentro de este relato con el que me he permitido el lujo de soñar.

6 comentarios:

  1. Has soñado de lujo amigo Arruillo, gracias al libro Anaconda, de Quiroga, ahora leo a Arruillo recordando en cuento El Divino.

    Un placer siempre estar en tu blog disfrutando de tus letras.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, María, por tus palabras.- Besos

    ResponderEliminar
  3. Los recuerdos regresan, si fueron hermosos lo hacen por el aire. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Así es, amiga, cualquier palabra puede ser motivo para ello. En este caso era algo especial.- Besos

    ResponderEliminar
  5. Uno de mis libros inolvidables.
    Escribo el mensaje y ya lo he localizado en la estantería.

    Abrazos

    ResponderEliminar
  6. Hola Vero: me alegra saber que coincidimos en gustos literarios.- Besos

    ResponderEliminar

¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?