sábado, 5 de enero de 2019

La noche de los tiempos



Hubo una noche en la que desperté alertado por algún ruido, pero que volví a coger el sueño y al salir de la habitación -ya de mañana- me hallé con un objeto extraño, en forma de maleta de colegial, en la que había estado pensando mucho tiempo atrás. Ahí no acabaron mis sorpresas, puesto que al abrir la maleta, aún en pijama , encontré en su interior un llamativo bolígrafo que tenía la virtud de escribir, nada más y nada menos que en doce colores... ¡Oh, qué alegría!..Cuánto iba a presumir ante mis compañeros de pupitre...¡Doce colores! En mi calle de El Barrio no hubo la tarde anterior ningún desfile de carretas, ni desfiló ninguna banda de música, ni se llevó a cabo ninguna celebración especial, más allá de las correrías habituales de la panda de amigos. En mi casa nada especial, si acaso alguna recomendación de acostarse pronto porque algo mágico podría pasar. Y pasó, claro que pasó, y cómo lo disfruté. Poco después me enteré que la cartera había llegado desde Málaga y el superboli desde Alemania, nada más y nada menos: lo trajeron aquella noche unos señores -creo que eran tres- que por lo visto tenían permiso de mis padres para entrar en mi casa. Yo, como estada dormido, no pude verles la cara. Lloré de alegría.
Sesenta años después lloro de pena, al pensar que ese mismo bolígrafo sigue saliendo en la tele, en favor de multitud de niños que siguen sin tener una infancia digna, que siguen sin poder disfrutar de una mínima parte de la excesiva carga de regalos que se acumulan en los salones de nuestra alineada sociedad actual. Aquella cartera de entonces, hoy convertida en portafolios lleno de rimas, no cesará en su intento de manifestarse por un mundo más igualitario, menos hipócrita, y más solidario con los que menos recursos tienen. Es lo menos a lo que podemos aspirar como homo sapiens que somos.

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