jueves, 10 de enero de 2019

Ruta El Hondón





RUTA EL HONDÓN
29/11/97 En memoria de Antonio Polo
Por segunda vez repito una salida con este singular grupo para llevar a cabo una aventura de barro y vallas. El grupo lo conforman 14 personas  y empleamos 4 vehículos. En la carretera de Ubrique a Benaocaz, allí donde la ruta se hace más pedregosa y sinuosa, se inicia un sendero que nos acerca en primer lugar a una gruta sin demasiada profundidad, y que no aparenta tener importancia. En medio de algunos algarrobos y mucha agua nos vamos dejando caer hasta el llamado "Río Pajaritos". Aquí comienza una pequeña odisea con alguna metedura de pata en sus cristalinas aguas, hasta que nos vamos abriendo paso para contemplar unos saltos de agua producidos por la abundancia del líquido elemento y los desniveles que aquí se producen. El lugar desprende humedad por los cuatro costados, los árboles presentan una buena manta de musgo y las setas aunque poco abundantes, también las hay. Con más o menos dificultad vamos descendiendo hasta un hermoso valle desde el que se contempla La Silla. El tal paraje parece denominarse "El Hondón", y en una mañana de sol presenta un aspecto de postal navideña. De frente tenemos el Salto del Cabrero, y más o menos a sus pies, nuestro siguiente objetivo: el nacimiento del río Tavizna.
Llega hasta sus entrañas conlleva saltar dos alambradas, por la desdichada manía de ponerle las cosas difíciles a los senderistas; una parcela sin candado haría las cosas mucho más fáciles. En este punto de produce la pérdida de dos elementos del grupo inicial, a los que volveríamos a ver al término de la jornada. El nacimiento en si es uno de esos lugares a los que hay que llegar en el momento preciso y a la hora justa, y no cabe duda de que habíamos dado con tales coincidencias. El personal se dedicó los primeros instantes a tratar de meterse casi dentro de la montaña, por allí por donde surgía el agua con toda su fuerza. Entre cabra y nutria podría denominarse a los ejemplares que deambulaban por entre las piedras. Hombres y mujeres fueron encontrando acomodo, saciando su sed, su hambre y hasta  su sueño en algunos casos. El ronroneo del agua hacía el resto, mientras se departió por un largo periodo de tiempo.
De nuevo salto de vallas ⸺en esta ocasión con bronca incluida por los lugareños⸺, para seguir pegados a la orilla del río, continuar su discurrir, cruzar por un coqueto puente romano o árabe, y ya con la humedad de la tarde pisándonos los talones, iniciar el ascenso al castillo de Aznamara. Barro, ganado ovino y una buena subida a lo que debió ser un buen punto de observación en épocas pretéritas. Puerto del Boyar, San Cristóbal, Torreón, La Silla y la aldea de Tavizna; todo a vista de pájaro, para retornar a un camino transitado y de nuevo salto de vallas. Cuando llegamos al punto final de recorrido, caen las primeras sombras de la noche.

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