miércoles, 25 de marzo de 2009

Con otro color (2)



40 Menudo lío se ha formado con las reformas de la calle Megustaescribir, allí no hay quien se aclare, así que vamos a centrarnos en la tarea, y hoy nos corresponde colgar la segunda parte de…


Con otro color (2)

Viene de "Con otro color" (1)

Michel se tragaba la teoría cada noche antes de cenar, como si se tratase de un rezo budista imprescindible para poder ingerir los alimentos. Miraba a su amigo con ojos de lechuza y engullía las viandas del plato sin hacer asco ni a lo uno ni a lo otro; entre lo que encontraban de oferta y lo que les regalaban, apañaban unas comidas medio decentes, porque los céntimos había que mirarlos con lupa; no podía faltar el envío semanal, luego había que acudir al locutorio al menos cada diez días para saber si el dinero estaba llegando, si todo seguía igual allá por su país, si había algún problema de salud en su extensa familia, y si podía ahorrar algo para poder hacerles una visita, si es que llegaba ese momento.
El quería haber terminado sus estudios de medicina, y tener un profesión con la que poder labrarse un buen futuro en su querida tierra, pero las guerras próximas, los cambios políticos y el olvido del mundo exterior, hicieron que se quedara sin beca, sin trabajo y sin posibilidad de graduarse, con lo cual entraba en el continente blanco con los bolsillos vacíos y un dominio del inglés que de poco le estaba sirviendo en la rotonda que le había caído en suerte. Eso si, en el fondo ha tenido suerte, de entrar en un momento en el cual todo está perfectamente organizado: horario de trabajo, descanso semanal, vacaciones de verano y no ingerencias competitivas por parte de wistoneros o gitanos de cubito y esponja, desaparecidos todos de la ciudad, como si se los hubiese tragado la tierra.
A Michel no le explicaron demasiadas cosas, y él tenía mucha hambre como para entrar en detalles, por eso apenas se fija en sus hermanos de piel, que de vez en cuando pasan por el semáforo a lomos de lujosos deportivos, ensortijados, con chupas de cuero y elegantes señoritas en el asiento del copiloto; además el cielo de Sevilla tiene un azul tan intenso, que es difícil imaginarse esta ciudad en otro lugar del mundo.
Pasaron otros diez meses y otros y otros y Michel seguía en el semáforo mostrando su perfecta dentadura a todo el que quisiera pararse con él un instante, pero sus ojos ya no eran los mismos; en ellos se adivinaba que algo no marchaba bien en el interior de aquel cuerpo bonachón, que se había granjeado la amistad de tantos y tantos automovilistas. Michel ya no estaba seguro de donde estaba mandando su dinero, tampoco llegaba el momento de volver a ver a su familia, casi no sabía nada de sus hijos y empezaba a notar que sus amigos le ocultaban algo, era como si quisieran hacerle algún planteamiento importante, pero nadie se atrevía a dar el paso, nadie le hablaba claro: ni en su idioma natal, ni en inglés, ni en el idioma español, que cada vez entendía mejor.
Hasta que un día…
.../...continúa en "Con otro color (y3)"

1 comentario:

  1. Pero, cómo se te ocurre dejarlo aquí??? Ayyyy, no sé si podré aguantar sin saber qué le pasa a Michel. Date prisa...me convertiré en tu jefa negrera hasta que vea el final de la historia.Apasionantes tus capítulos....sigue...sigue.

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?