jueves, 19 de marzo de 2009

Con otro color (1)


37 El jefe se ha puesto de mal humor porque dice que charlamos demasiado, pero D. José ¿habrá que atender a las visitas, no?, ¡Alba, lo primero es lo primero!, está bien como usted diga D. José.
Así que ahí va…

Con otro color(1)

Tiene unos labios que destacan sobremanera dentro de su cara de niño. Pero Michel mide uno ochenta y es padre de dos criaturas, que no ve desde hace diez meses. En lo alto de la bicicleta parece el pato Donald africano, con esas dos enormes bolsas del cortinglés, que le hacen tambalear el manillar y de las que sobresale los montoncitos de papel soplanapias que ha encontrado de oferta en la tienda de todo a sesenta céntimos. Se pasa el día pegado al semáforo de la rotonda, esperando que paren los coches para pedir a los automovilistas que le compren su oferta; las tres palabras que le enseñaron a decir en español, son las imprescindibles para que la mayoría de la gente le diga que no, pero él insiste y pone cara de alegría y no cesa de chapurrear buena suerte, como punto final a cada una de sus plegarias, lo mismo le da que le miren con cara de asco, con desprecio, con sonrisas, o que no lo miren. Es hermoso desear buena suerte a todo el mundo, esté o no colaborando a ganarse ese sustento, que cada semana ha de enviar puntualmente a su familia, para que puedan sobrevivir, allá en ese punto del mapa ligeramente escorado hacia el Sur, una vez salvado el cabo Trafalgar. Se pasa tanto tiempo pegado al semáforo, que está deseando llegar al piso, que comparte con otros colegas venidos antes que él, para echarse a dormir como un lirón, cosa que le entusiasma. Uno de ellos es su amigo que le trajo a España, le animó a dar el gran salto y le instruye sobre todo lo que debe hacer o decir en esta tierra, en la que espera poder sacar lo suficiente para paliar la pobreza de su familia, por eso Michel no se mueve de su puesto junto a la rotonda, y apenas conoce otro camino que el que le conduce al piso donde habita y a la zona comercial donde encuentra la oferta del día.
A veces son periódicos, otras abanicos, lo que a él le dan para que lo ofrezca en su puesto de trabajo, él lo muestra, a excepción de los soplanapias que a esos les tiene cogido el punto.
Llegó a España con tanta precariedad de papeles, que no se atreve a hacer otra cosa que no esté previamente calculada. Sabe que fracasar es dejar a su familia sin la posibilidad de salir de su país, para incorporarse a este otro continente donde todo parece tan distinto.
Michel viste bien, no va desaliñado y usa zapatos cómodos, no es que esté de compras por las tiendas de moda, lo que tiene son donativos de oenegés que él sabe rentabilizar y cuidar. La imagen es importante a la hora de conseguir el euro de los automovilistas – eso también se lo ha dicho su amigo –, y los buenos modos todavía es más importante aún. Da igual que éste no quiera colaborar, detrás hay otro y otro y otro más, un semáforo es una fuente continua de automóviles, furgonetas, camiones y no se cuantos vehículos más, potencialmente disponibles, y un mal gesto, una mala cara o un improperio, aunque sea en su lengua vernácula, puede dar lugar a que ten de lado, te pases toda la mañana pasmado de frío, y no saques ni para pagar los pañuelos, por muy de ofertas que estén.
“El cliente es muy exigente y en estas condiciones más; ten en cuenta que ellos no vienen a ti, eres tú quien se acerca a ellos”.

2 comentarios:

  1. Hola Arruillo!
    pasé a saludar a mi vecino,
    veo que estás muy bien,
    con publicaciones y amistades nuevas, qué bien!
    Sobre el relato,
    me parece sentido y vivido,
    el personaje suele transitar
    la vida, pueden ser distintos continentes
    y aún así resulta cotidiano,
    te dejo un abrazo, LILIA

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  2. Jajajaja...decidle a vuestro jefe que no sea negrero.A mí, en particular se me han acumulado unas cuentas entradas, tengo que ponerme al día. Manos a la obra !!
    Un saludo

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¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?