lunes, 20 de septiembre de 2010

Operación jazmín (2)

206 Veo al jefe cabizbajo, Gon, se ve que las cosas no andan muy boyantes, ¿qué traes hoy?, qué va a ser Alba, seguimos con la operación jazmín…
OPERACIÓN JAZMÍN (2)
Mi otro vecino el del A, el señor que está más pendiente de todas las cosas del bloque, me dice que a lo mejor es buen momento para decirles a los policías lo que no encontramos el otro día con esas marcas en la pared, que según dicen la hacen los rumanos para indicarse unos a otros las casas que pueden ser interesantes de ser limpiadas. A mi me parece una exageración, yo desde luego no seré quien salga ahí fuera a plantear nada, como si esto fuese una cuestación para recabar sospechas de robo, intuición de malos tratos, o peligro de escape de gas; esto es algo más serio, sí ya se ve que no dejan de pasearse de un lado a otro. En fin, que no lo pienso más y allá que me voy, ¿Pero? Si mi intención era bajar a la calle ¿qué hago subiendo la escalera? ¡Ay Díos mío que esto comienza a oler mal! Lo cierto es que me ha entrado el gusanillo morboso de ver desde la azotea todo el espectáculo, porque desde allí la vista es más panorámica que en mi ventana. Como siempre me leeré el cartel que puso el verano pasado mi vecino el del A, el señor que se ocupa de todo. Mira que ponerse a hacer barbacoas en la azotea, si es que estos inmigrantes, a veces tienen cosas de indígenas. Me da la impresión de que no voy a estar solo contemplando el numerito de las luces azuladas, aquí hay más gente, porque la puerta está abierta y normalmente siempre está cerrada y en efecto allí está el vecino del 2ºB, que siempre me da los buenos días, aunque sea de noche, yo le sigo la corriente, total a mi que más me da si yo sé el día que vivo, la criatura tendrá algún tipo de trastorno y se ha quedado en el bueno días, debe ser cosa de la jubilación, creo yo, es que ahora con esto de jubilarse a tan temprana edad, da tiempo hasta de que se te vaya la cabeza cuando menos te lo esperas, porque el hombre no parece tan mayor. ¡Oye!, pero si se está yendo a la azotea del bloque 14: ¡Oiga, buenos días!
— ¿Hola vecino? Venga conmigo que voy a hacer una visita.
Me asomo con disimulo al filo de la calle y veo el montaje tal y como me imaginaba desde una perspectiva aérea. No me da tiempo a los detalles, porque mi vecino está empeñado en que le acompañe en sus andanzas gatunas. Cambiamos de bloque y comenzamos a bajar la escalera hasta la tercera planta, donde nos espera en la puerta del 3C, una señora bastante entrada en carnes, que con una sonrisa voluptuosa nos invita a que entremos en su casa. Más cortado que una poda otoñal, sigo a mi vecino y a la tal señora hasta el balcón terraza. ¿Por qué no tendré yo terraza en mi piso, si yo también soy un C? Tendré que preguntárselo a la parienta cuando vuelva del cortinglés. ¿A ver que nos quiere enseñar la dama, pero si desde allí arriba era donde se veía todo con más claridad? Debe ser cosa de los kilos, mi vecino está canijo, pero la señora del bloque 14 está que no entra en báscula ¡que brazos! Mejor será que deje de ser criticón y me asome al exterior porque del salón y la cocina no quiero ni fijarme en detalles, ¡cuanta horteridad! Que me pelen el bigote si no es cierto lo que estoy viendo: ¿Dónde están los policías? ¿Y la grúa? ¿Y la movida que hace un segundo acabo de ver desde la azotea? Me voy corriendo antes que me vuelva loco, por mi madre de mi alma, que no es posible que haya desaparecido todo en tan poco tiempo. ¡Y no ha desaparecido! Allí está el de la furgoneta y la jefa de la coleta y el de la moto y éste es el bloque 13, porque acabo de cambiar de azotea y estoy mirando en la misma dirección que desde el balcón de la gorda, porque el contenedor de papeles medio quemado lo he visto también desde allí y la Mercería Toñi y juraría que hasta ese señor del bañador floreado. Ya estoy otra vez con mi vecino y sus amigos porque esto lo tengo yo que aclarar antes que llegue mi parienta. ¿Pero porqué se comunicarán por la azotea si al fin y al cabo hay que subir y bajar los mismos escalones? Míralos, ahí siguen charlando, espero que no me hagan muchas preguntas, diré que me olvidé arriba cualquier cosa.
—Venga vecino, que se va a perder lo mejor.
Y lo mejor, según el criterio de mi vecino, es contemplar como unos mozalbetes colocan una papelera boca abajo en lo alto del contenedor semiquemado, y la hacen ascender como un cohete a base de prender petardos en su interior. Casi no doy crédito a mis ojos, ni un solo policía, ni una solo luz azulada, ni nada que se parezca a lo que veía desde mi piso o lo que acabo de ver desde la azotea del bloque 13, que está pegada a la azotea del bloque 14. Es la misma calle, no me cabe duda, no llevo mucho tiempo en la zona pero soy bastante espabilado para darme cuenta que no estoy soñando, que veo lo que veo, que el escenario es el mismo pero los personajes son distintos, o al menos la trama lo es. Seguro que si miro desde esta azotea veré el numerito de fuegos artificiales y si me voy a la mía, allí estarán los policías. Y no quiero ni plantearme que panorámica ofrecerá el bloque 12, al que también se puede acceder fácilmente desde el 13. ¿Tendrá entrada libre mi vecino? ¡Ya puestos más vale estar al tanto de todo lo que ocurra! Será mejor que les siga la corriente y no diga nada, porque me da la impresión que tendré que ser yo mismo quien descubra el misterio de lo que aquí esté pasando. La misma calle, los mismos árboles, los mismos escaparates...tendré que saltar al bloque 12 a buscar la solución a este misterio. A ver si mi vecino se decide a dar por terminada la visita. No les quiero entrar al trapo de la conversación que se traen entre manos, a ver si se aburren y nos vamos. Podría irme, pero si bajo a la calle puedo perderme la oportunidad de indagar en este misterio y andar haciendo el gato en solitario, no me parece oportuno si me descubren, así que aguantaré. Ya parece que la gorda tiene ganas de despedida, espero que mi vecino vuelva por el mismo camino y no se le ocurra otro cambio, porque entonces si que me las tendré que apañar en solitario. Esta mujer le está haciendo gestos a alguien de ahí abajo, un tipo rubio de coleta y brazos de legionario, ¡ah ya!, debe ser su marido o algo por el estilo, ya los he visto otras veces juntos ¡que despistado soy! Claro si está a la espera de recoger al niño, que era uno de los que tiraban petarditos. Mi vecino me mira, así que eso quiere decir algo y espero que ese algo sea que nos vamos, porque como se enrolle ahora con el rubiales, yo me abro, que estoy ya que no vivo. Me vuelve a mirar y dice:
— ¿Nos vamos?
—Lo que usted diga, vecino.
Por fin estamos de nuevo en la azotea del bloque 13, miro como sin querer la calle y allí sigue todo el despliegue policial, y por supuesto ni rastro de la pandilla de los petardos. Mejor será que no me pare a pensar, o terminaré haciendo el pino en el filo de la cornisa. Veamos las intenciones de mi vecino, si vuelve escaleras abajo o se le ocurre alguna que otra feliz idea. Parece buena gente, pero no le quiero comentar nada de lo que estoy viendo, porque lo del saludo no me da buena espina, y hasta que yo no tenga más claro que pasa aquí, mejor será que me calle y siga observando. Me está contando una historia bastante triste con relación a la señora que acabamos de visitar, a sus kilos y a esa criatura que tiene por hijo, que no sabe ya que hacer con él, pero yo apenas salgo de si seguirle o no seguirle la corriente, porque la mente no la tengo más que en lo que tengo, ahora me gustaría dar el salto a la azotea del bloque 12, a ver si aclaro este embrollo. Él sigue charla que te charla, me pregunta la hora, se la digo y por fin dice lo que estaba deseando escuchar:
—Venga usted conmigo que vamos a visitar a un amigo.
Y de la misma forma que saltamos al bloque 14, ahora lo hacemos al 12, pero en esta ocasión nos encontramos con que la puerta de acceso a las plantas está cerrada, momento que yo aprovecho para de forma disimulada asomarme al filo de la pared exterior, pero la voz de mi vecino me sorprende una vez más invitándome a seguirle sin que pueda comprobar en que escenario me encontraba, o si este bloque tiene otra vista distinta a los dos anteriores, a pesar de que están correlativos los tres y me asomo siempre a la misma calle. Por ahora sigo con la intriga, porque las artimañas de mi vecino son infinitas y ha conseguido abrir la puerta merced a un artilugio que llevaba en el bolsillo, una especie de alambre curvo, terminado en círculo que ha introducido por una pequeña ranura y con un movimiento de muñeca ha enganchado el pestillo y la puerta se ha abierto. ¡Madre mía de mi alma! No sé por donde empezaré cuando tenga que contarle todo esto a la parienta. En fin, de nuevo escaleras abajo, a ver ahora a donde me lleva este individuo al que apenas conozco, con el que tan sólo he cruzado unos cuantos saludos y algunas frases sueltas relativas al estado del tiempo, con lo tranquilo que estaba yo en mi casa escribiendo en el ordenador, y escuchando al pacoibañez en la radio, pero claro hacía tanto calor, la ventana estaba abierta para que entrase algo de aire y no tuve más remedio que enterarme del murmullo de la calle y asomarme a ver que pasaba.

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