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viernes, 29 de octubre de 2010
De literaturas

martes, 26 de octubre de 2010
www.bicibh.com (1)
www.bicibh.com
Hace seis días que recibí una nota preguntándome por la compra de una bicicleta en buen estado, que puse en aquellas páginas de anuncios gratuitos. Ni me acordaba de la bicicleta, ni del anuncio; pensé que ya me habrían dado de baja, al fin y al cabo tampoco me he molestado mucho en comprobar si había publicado algo, y como ya había pasado un tiempo, me sorprendió la nota llegada a través de interné. En principio no le di mayor importancia, y contesté con la misma frialdad que lo venía haciendo últimamente; entre unas cosas y otras he llegado a coleccionar una docena de bicis, pero que luego para darle salida me las veo y me las deseo. Claro que una BH, color negro, de un solo piñón y con esos frenos de varilla, no se consigue fácilmente. Lo que pasa que luego la gente quiere que se le dé las cosas regaladas, menos mal que uno no vive de esto, sino iba a pasar más hambre que el caracol de la vela, como decía aquel humorista. Te escriben o te llaman, parecen interesados y al final te quedas con el artículo colgado, así que hace ya tiempo decidí olvidarme de los anuncios, de adquirir sólo las gangas y de no bajar el precio de venta aunque al final me quede sin ganancias. Tampoco soy yo persona muy dada a esto de los negocios. Las circunstancias me llevaron a la situación actual, aunque lo que yo pretendía era una idea más romántica, quería reunir a una serie de aficionados que tuviésemos oportunidad de lucir estas espléndidas máquinas, cada cual sería responsable de la suya, la cuidaría y procuraría tenerla a punto para cuando hiciéramos las marchas. Pero la gente se fue rajando y al cabo del tiempo, me veo yo solo, que me quedo con la mitad de la mercancía y esto me llevó a la idea del cambalache, pero con un resultado tan nefasto que apenas le doy importancia al asunto. Lo que pasa es que en el fondo se mantiene una ligera esperanza de que todo cambie, y por eso contesto cuando se ponen en contacto conmigo, y así lo hice en esta ocasión, sin tener la más remota idea de lo que el destino me tenía preparado.
El otoño se presentaba lluvioso, luego de habernos estado metiendo el miedo en el cuerpo toda la primavera y todo el verano con la escasez de agua, y el tanto por ciento de ocupación de los pantanos, e incluso de la necesidad de seguir construyendo aún más embalses cuando no somos capaces de llenar los que tenemos. Algunas salidas previstas por los cinco valientes que aún quedaban en el club, tuvimos que suspenderlas porque las nubes que son muy suyas, tomaron la manía de empezar a soltar agua el viernes por la tarde y no parar hasta el domingo. ¡Que le vamos a hacer! Lo que procurábamos era esperar una clarita y nos dábamos un paseo por la ciudad por tal de matar el gusanillo. No conviene llevarse demasiado tiempo sin pedalear porque luego cuesta lo suyo coger de nuevo el vicio, y además de paso contribuimos a dar ejemplo del uso de la bicicleta y presionar al Ayuntamiento para que afronte de una vez por toda la instalación de los carriles bici. Aquella nota presentaba algunas características que me hacían distinto; los compañeros de trabajo, los del club y alguna amiga más íntima me notaban algo, pero yo no le estaba dando demasiada importancia. A través de Yahoo! Correo España, me llegaban a diario comunicaciones, que contestaba o no, según fuese el caso, pero que de cualquier forma me resultaban indiferentes, más cuando fue aumentando el número de misivas que nos intercambiamos, porque no había manera de que nos pusiésemos de acuerdo en el negocio de las BH, comencé a darme cuenta de lo que me decían los demás y de que me estaba enamorando de la persona que estaba al otro lado de la nebulosa informática. Tenía un pellizco en las tripas que me hacían sentirme vivo, y unas ganas enormes de ponerme delante del teclado, para preguntar cualquier cosa para enseguida especular con algunas de sus respuestas o frases espontáneas. ¿Por qué me habrá dicho en lo que trabaja? ¿Qué querrá decir con eso del cine? Antes no me decía ni hola, y ahora me desea hasta que tenga un buen día. Yo le voy a mandar mi número de teléfono a ver si me llama, que tengo ganas de escuchar su voz, ¿o debería llamarla yo?
Con estos datos en la coctelera, me daba perfecta cuenta que lo de menos era ya el asunto de las bicis, y tanto ella como yo andábamos jugando al ratón y al gato sin decidirnos a dar el paso siguiente. Teníamos miedo y eso se notaba, no en vano nuestras trayectorias vitales pasaban por sendas separaciones matrimoniales, y además había hijos de por medio. Sus cartas, una vez leídas en la pantalla del ordenador, las imprimía para luego, con toda la parsimonia del mundo, leerlas y tratar de sacarle punta a cada una de sus palabras o frases. Fecha: 22 de Noviembre. De: raquel@yahoo.es. Para: Juan. Asunto: bicis “Gracias por mandarme la información relativa... respecto a la adquisición de la bicicleta, aún no tengo decidido que voy a hacer porque mis hijos siempre vienen conmigo y necesitaría también...y ya por último te diré que estuve el miércoles pasado con mi amiga Luara viendo una película francesa en versión original, que me gustó bastante porque...Un saludo R.I.”. ¿Por qué me sentiré más inquieto cuando llega una carta firmada por una mujer? Ya no es hora de hacerse tantas preguntas – me dije -, y aprovechando un excusa que tenía que ver con el tiempo, me decidí a marcar su número de teléfono y a convencerme de que era la misma Raquel que escribía con tanta ternura aquellas misivas interactivas.

viernes, 22 de octubre de 2010
Azotea tertuliana

martes, 19 de octubre de 2010
Performance

jueves, 14 de octubre de 2010
Diecimedia
DIECIMEDIA
Siempre encuentro en mi memoria
-a veces nada busco-
sabor a cucharilla y azúcar
en una mañana de invierno.
Son las diecimedia en punto,
hora de alimentar el alma
viendo la desnudez de la calle
reflejada en el jaspe de tu mirada.
Es el momento grácil,
la fuente oculta entre el tráfico
donde saboreo el agua más fresca
que manar pueda río alguno.
Tu presencia, tu palabra,
el gesto mecánico del camarero
y el amorfo escudo de mi camisa,
dan vueltas en torno al mundo
hasta que llegan otras diecimedia.
Calendario de vida intensa
-me fue marcada en el Olimpo-
que no tiene tardes ni noches,
que aspira con fuerza el aire
rastreando el perfume de tu piel.
Tal vez en alguna hora perdida
se hayan cruzado en el éter
aromas y deseos
y nos hayamos visto los dos
sentados frente a frente, en el bar.
Tañer de solitaria campana
que llama puntual a la oración
mientras un caballo relincha
desprendiendo luz entre sus cascos.

viernes, 8 de octubre de 2010
Nobel a las letras hispanas

martes, 5 de octubre de 2010
Otoño

viernes, 1 de octubre de 2010
Operación jazmín (y 3)

OPERACIÓN JAZMÍN (y 3)
Ya estamos otra vez parados delante de una puerta, la del 2ºB. ¡Arrea!, pero si es la frutera ¡y yo con estos pelos! Menudo cuerpo tiene esta criatura, igualito que la del 14. ¡Y que piel tan suave! Ahora si que ha acertado el vecino con la visita, aquí si que no me importa a mi quedarme el tiempo que haga falta. Ha debido decirme que clase de parentesco tiene con ella, pero ni me he enterado. ¡Que cuerpo! ¡Que garbo! Nos invita a sentarnos y puede que sea capaz hasta de ponernos una cervecita. No hay nada como convivir con vecinos competentes. ¿En la terraza? ¡Ahí está el tío! Mi vecino vuelve a mirarme fijamente, eso es señal inequívoca de que quiere contarme algo y a mi que se me van los ojos por las transparencias de la frutera, no se si podré contestarle algo en condiciones. De todas formas tampoco puedo olvidar el objetivo número uno de mi presencia aquí, por mucho que me pueda la carne, en cuanto traiga las aceitunas estoy volviéndome de espaldas y prestando atención a la calle, que para eso he venido. Éste me está contando algo pero como la otra también anda metiendo baza, aprovecharé el momento y... ¡lo que me temía! Ni lo uno, ni lo otro: el escenario ha vuelto a cambiar y ni están los policías, ni están los de la panda del petardo. En este momento lo más llamativo es una malabarista con gorra de payaso que aprovecha cuando el semáforo está en rojo para lanzar sus bolas ardientes al aire y volverlas a recoger sin que toquen el suelo. Ahora si que estoy en un lío, porque ni rastro de la movida policial, ni nada de nada y se ve que aquí cada bloque va a su bola y esto parece una pantalla de televisión en la que uno pudiera meterse. Ya sólo me faltaría que además desde cada piso la escena fuese distinta, vamos eso ya no lo supera ni la CNN en versión española. La anfitriona se dirige a mí y me comenta que esa criaturita de las llamaradas lleva toda la tarde con el entretenimiento. Por si me quedaba alguna duda. ¿Y ahora con que me quedo? Porque ya puestos a escoger y antes que vea delante de mí a los loqueros, más vale que me decida por uno de lo tres escenarios, por ser algo coherente más que nada. A lo mejor acierto y doy con la respuesta correcta y no llegan a encerrarme. Y mi parienta en el cortinglés. ¿Qué hago, saco la conversación o me la llevo a la tumba? Ya no me entusiasma ni los movimientos de la frutera, tengo un sudor frío que me está comiendo la moral. Mi vecino parece que me va a decir algo, pero mis condiciones físicas se deterioran por momentos, mejor será que me levante y diga lo que sea, aunque me parece que lo que voy a decir es que me encuentro mal y necesito volver a mi casa lo antes posible. Le doy un beso a la frutera, le estrecho la mano al vecino y ya estoy cogiendo escaleras abajo, tal y como quería desde un primer momento.
Aquí en esta parte de calle, justo a la espalda de ese escenario que aún no acabo de encuadrar se respira tranquilidad, me voy a asomar a la esquina a ver si me entero de algo y ya estoy en el tercero, que esto me temo es cuestión de acostarse y volverse a levantar de nuevo y esperar que la cosa cambie. ¡Arrea!, ahí está la de la coleta paseando con otro guardia uniformado ¿qué hará por aquí? Nada, que sigue la broma y a mí me van a volver locos entre unos y otros. Media vuelta y a subir a casa, que entre otras cosas he dejado enchufado el ordenador con el trabajo que me tenía ocupado. Mi mujer aún no ha llegado porque la puerta sigue con las dos vueltas de llave que yo le di cuando subí a la azotea. Y a todo esto, vaya tela el pedazo de calor que está haciendo, que se nos van a fundir los plomos en una de estas. Veamos, ¿por donde me quedé? ¿Qué le pasa ahora al ratón que no aparece el puntero? No sé cuando terminarán de poner en el mercado el reconocimiento de voz, uno llega, le dice lo que quiere a la pantallita y a funcionar. Nada, que esto no va ni para atrás ni para adelante. ¿Ostia, pero si esa...? Por la madre que me trajo al mundo, si no acabo de ver en la pantalla de este trasto a la gorda del bloque 14. ¿En qué botón habré tocado? Esto tiene que ser con el Control y el Alt, que es como se ven a aquí todas las cosas. Vamos a ello: dedo meñique para el Control, el corazón para el Alt, con el índice ¿qué hago con el índice? No sé, voy a probar dándole al tabulador. Y con la mano derecha lo intentaré con los efe, que a mí siempre me ha picado mucho la curiosidad por saber para que sirven tantas efes ¡la leche! Si parece que estoy en una clase autodidacta de piano, pero la cosa es que lo hago como si me estuviesen guiando.
¡Ahí! Ahí está de nuevo la gorda y su marido y el pelirrojo que tienen por hijo, están hablando, será cuestión de conectar los bafles. Se van, se dirigen a la puerta y se van los tres y yo sin enterarme de nada. Sigo, F2, ¡anda! Ahora tenemos en pantalla a mi vecino el de los buenos días charlando con la de la coleta y el uniformado, justo en el sitio donde ya me los encontré antes. ¿Por qué no se escucha esto? Me voy a la cocina a preparar algo de comer o beber, porque no hay manera de encontrar la clave de todo este lío que anda a mi alrededor, con la caló que está haciendo. ¿Me llaman? ¿He escuchado yo mi nombre salir de algún sitio? Lo que me faltaba, alucinaciones. ¿A que hora cerrarán el cortinglés? Mi vecino está en primer plano en la pantalla y me mira fijamente, algo me va a decir. Que baje con él a tomarme una copa, que está ahí con unos amigos. ¿Qué hago? ¿Contesto o me hago el sueco? Ahora parece que ya funciona el ratón. ¿Y estas ventanas? Yo no había visto esto antes en una pantalla. ¿A que va a ser de la web que estaba visitando? Lo dicho, aquí aparecen los tres escenarios que he pisado hace unos minutos. Como tengo al vecino minimizado, voy a pinchar ahora en la ventanita de la frutera, que a lo mejor también puedo hablar con ella. ¡Digo, ahí está! Y está mirando por su terraza a la calle y se ve ni más ni menos que lo que ella decía: la de las bolas de fuego. ¿Y si yo miro ahora por mi ventana, que veré? Lo que me imaginaba: lo mismo que la frutera. Pincho en la ventanita de la señora madre del pelirrojo y... ¡voilá!...están cenando los tres tan ricamente. Miro por mi ventana – la auténtica – y ¿qué veo?, los de los petardos haciendo volar la papelera, eso si, para que no falte ningún detalle, el pelirrojo no aparece ahora en escena ¡claro! ¡Como está comiendo! ¡No!, si aquí está todo muy bien pensado. Yo me acuesto del tirón, me encierro en la habitación y ahí que se pudran todos; en la editorial que esperen unos días, porque con este ambiente no hay forma de concentrarse en el libro de relatos que me encargaron.

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