viernes, 23 de octubre de 2009

Contenedores (1)


119 Escúchame Gon, por si a mí se me olvida –que estoy con algo de prisa -, le dices a Miguel Ángel que lo de la tertulia de la Alameda es en la calle Lumbreras 12-9, los miércoles a las 18h, y que estaríamos encantados de verlo, bueno vale, ¡ah! y a Marisa desearle una pronta recuperación, ¿algo más?, nada más, adios que hay que colgar el relato…

CONTENEDORES (1)
Es fino como un alambre y con una pelambrera estropajosa que le hace fácilmente identificable por cualquier calle. De andar ligero, casi siempre va solo, contándose a si mismo lo difícil que está el tráfico y encima el gracioso ese todos los días, pone el coche en el mismo paso de cebra, que no sé para que se gastan dinero en hacer el rebaje de las aceras, cuando le van a tener que poner alas a las sillas de ruedas. Los botines semidesabrochados en alguna ocasión tuvieron un color determinado, pero ya hace tiempo que no se sabe bien si son blancos, marrones o con listas azuladas. Viéndole caminar parece imposible que no tropiece consigo mismo, porque tiene un movimiento de caderas que le hacen castañear las rodillas; pantalones vaqueros que le arrastran, hasta el punto de tenerlos deshilachados por la parte baja; una camisa mal abrochada y a veces un jersey con el cuello en la espalda, como de ponérselo de prisa y corriendo todas las mañanas, y no acertar nunca que es palante y que es patrás. Su mundo discurre entre contenedores de basura donde busca y rebusca para llenar hasta las trancas del carrito de carrefur, habilitado para estos menesteres. Lo del reciclaje aún no lo tiene claro el personal, y a él le viene divino que se siga tirando de todo al contenedor gris de residuos domésticos. Antes era distinto, porque con el cartón y el papel podía mal que bien buscarse la vida, pero desde que pusieron tantos impedimentos para sacar el papel de los contenedores y pagarlo además tan bajo, no merecía la pena jugarse el tipo y tener que pelearse con los municipales cada dos por tres, así que con lo del biombo gris va tirando. Aparenta treinta y pico de años, aunque nunca se sabe, es esas circunstancias lo de menos es la edad y lo demás buscarse el sustento diario; con frecuencia camina junto a él una señora encorvada, de menor estatura y que lo mismo puede ser su madre que su abuela. Gesticulan mucho con las manos, como si nunca encontrasen la palabra justa que encaje en la conversación. Pero él se ve que está, en lo que está y no hay un solo contenedor por el que pase, al que no tenga que asomarse, remover un poco y en su caso apartar algo en el suelo, por si luego a la vuelta le viene bien llevárselo a la chabola. La mujer le suelta una reprimenda en un jerga difícilmente inteligible, pero que fijándose un poco viene más o menos a decirle, que deje eso para luego que ahora tiene prisa, que tienen que estar a las tantas en el médico y que si no fuera por ella, ya se habría quedado tieso en el interior de uno de esos cacharros de la basura. Y no le faltaba razón a la señora porque el muchacho echaba tantas peonadas alrededor de los contenedores, que en más de una ocasión se metía dentro, cerraba la tapa y allí como una rata en vaqueros y con greñas husmeaba, rebuscaba y hacía todas sus necesidades con la mayor naturalidad del mundo. Por la noche llegaba el camión de la basura, recogía y a la mañana siguiente todo volvía a comenzar de nuevo.

.../...Continúa en Contenedores (2)

1 comentario:

  1. Esta vez para no desquiciarme decidí empezar la lectura cuando estuviera ( o estuviese) el final disponible. Voy a por los dos restantes,no sin antes arropar a Nerea.
    Besitos

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