martes, 1 de septiembre de 2009

La Virgen de las Nieves (2)

97 Gon, dejemos los preámbulos y cuelga esa segunda parte, que estamos impacientes por saber que ocurre con esos senderistas, tranquilidad Alba, que ni yo mismo sabía nada ¡eh!, me acabo de enterar…



LA VIRGEN DE LAS NIEVES (2)
.../...Viene de La Virgen de las Nieves (1)
La línea, marcas azules en el suelo, se veían ahora mejor que nunca, parecía que brillaban más conforme la noche iba extendiendo su manto. Se miraron unos a otros, se repartieron algunos frutos secos, formaron la cadena de los palos y con El Jefe a la cabeza retornaron la marcha. Sin dejar de estar presente la niebla fue dejando paso a las sombras, y como las manchas azules continuaban guiando el camino, no pararon de andar hasta encontrarse en una especie de cueva escarbada en la pared. Allí se arrinconaron todo lo que pudieron para darse calor unos a otros, dispuestos a pasar la noche, porque allí les habían traído las marcas y porque nadie se atrevía a continuar en aquellas condiciones. Comieron algo, bebieron y no paraban de charlar temiendo que al dormirse alguno de ellos, fuese el fin, porque el frío era difícil de combatir. Mantenían una calma relativa, cuando de forma suave se fue iluminando una pequeña mancha en la pared de enfrente, que a Justo le pareció la alucinación previa a la perdida de conciencia, pero al poco tiempo Angustias no pudo más y dijo entrecortada: “¿Estáis viendo lo mismo que yo?””Yo veo una figura, dijo Joaquín” “Yo creo que se mueve”, dijo El Jefe. Mercedes no acertó a decir nada, y mucho menos cuando la figura fue tomando forma, y en medio de la oscuridad reinante podía verse con todo lujo de detalles la cara de lo que parecía una virgen tocada con un mantón y del tamaño de una persona de mediana estatura. Allí se hizo el silencio. Los cinco quedaron petrificados al tiempo que la figura se humanizaba. “Bienvenidos”, pareció decir. Nadie contestó. “¡Bienvenidos!”, repitió en un tono más alto. Mercedes miró a Justo, Joaquín a Angustias y El Jefe que era el que más cerca estaba de la figura y el de mayor edad de los cinco, le tocó romper el hielo: “Hola”, dijo por decir algo. “Ya veo que habéis decidido hacerme compañía esta noche, sed bienvenidos”. “¡Hola! ¿Quién eres tú?”, preguntó Joaquín. “La Virgen de las Nieves, protectora de los desamparados, luz y guía de los senderistas”.
— ¿De los senderistas?-preguntó Mercedes.
— ¡Si de los senderistas! ¿De qué te extrañas?-respondió La Virgen-. Alguien tiene que cuidar de las cabezas locas como vosotros. A vuestra edad y andar perdidos por el monte ¡Qué vergüenza!
—Por mi madre de mi alma, llevarme a un bar que esto tiene que ser muy grave. ¿De verdad estoy ante una virgen?-expresó tembloroso Joaquín.
—Así es Joaquín-contestó La Virgen-. No debes preocuparte que mientras estéis en mi morada estaréis a salvo, relajaos y contadme algo de vosotros que así haremos la noche más corta.
—Aunque sea nada más que por preguntar, ¿cómo te llamas?-dijo muy sereno El Jefe.
—Ya lo he dicho, Nieves.
— ¡Anda como mi prima!-exclamó Angustias.
—Eso, tú encima anímala para que sea más familiar el encuentro-cortó Mercedes.
—No creas Mercedes, no tengo yo mucho mundo porque la cobertura aquí es escasa, fijaos que hasta que no habéis estado a unos trescientos metros de mi morada no tenía claro a quien me tocaba proteger esta noche.
— ¿Ah, pero esto no es diario?-preguntó Joaquín.
—No hombre, no todos los días se pierde la gente en el monte. Es cosa de los fines de semana, hay cada despistado por ahí que para que os voy a contar, se lanzan al monte como el que va al mercado de la esquina y si no estuviera una por aquí ibais a caer muchos, no creas.
—Hombre, eso siempre es un alivio-intervino Justo.
— ¡Tu calla pecador! Que ya sé que no pisas una iglesia ni por casualidad, así que no sé ni como tengo valor para protegerte, porque una es buena, que si no.
—Está bien Nieves, no te enfades. Perdona que te tutee, pera ya que vamos a echar unas horillas más vale que estemos en buena armonía. ¿Y cuando estás sola no te aburres aquí en la cueva?-Intervino El Jefe.
—No creas, no me faltan las visitas, vienen a traerme flores, a rezarme, a pedirme cosas inconfesables, a dejarme comida, amuletos y no sé cuantas cosas más. Tanto es así que de vez en cuando me tengo que arremangar y hacer limpieza porque lo dejan todo hecho un asco.
—Nieves ¿quién te puso el nombre?-dijo Angustias en tono desenfadado.
— ¿Y a ti?
—Anda, pues a mi quien iba a ser: mi madre que para eso la suya se llamaba así y como es tan religiosa-respondió Angustias.
—Por ahí te vas a escapar. Fue un pastor, para no variar, que andaba un día por aquí con las cabras y no habían hecho más que depositarme en lo alto de una mata, cuando me vio y como esta es una zona donde nieva con frecuencia, el buen hombre pensó que yo era un copo de nieve que había tomado esta forma, me buscó un recoveco apropiado y durante un tiempo tan sólo sabía él de mi existencia, hasta que un día con unas copitas de más se fue de la lengua, se enteró el cura del pueblo y se presentó aquí con una comitiva que sin venir a cuento, porque yo estaba más tiesa que todas las cosas, se arrodillaron, lanzaron plegarias al cielo y al grito de ¡la virgen, la virgen!, el pastor añadió ¡de las nieves!, ¡de las nieves! Y se me quedó el nombre, que a mi no me gusta mucho porque eso delimita mi parcela creativa, pero ¿qué le vamos a hacer?, los feligreses son así.
— ¡Oiga! Ha dicho usted...
.../... Continúa en La Virgen de las Nieves (3)

1 comentario:

¿Y ahora qué? ¿No me vas a decir nada?